Por: Alexey Mompeller Lorenzo
La heroica Santiago de Cuba no deja de asombrarnos, menos sus hijos que la hicieron rebelde. En esa tierra que huele a montañas e historia, una mujer del pasado se multiplica.
Vilma Espín Guillois pudo quedarse en casa cuando la juventud la desbordaba pero renunció a lujos y comodidades para abrazar la clandestinidad.
Antes de escalar la Sierra Maestra, esta santiaguera nacida el 7 de abril de 1930, fue la mano derecha de Frank País y se ocultó en las calles de su ciudad para abrirle paso a la Revolución como integrante del Movimiento 26 de Julio en la región oriental.
Y mientras la estudiante de Ingeniería Química despejaba fórmulas en el aula, su pensamiento emancipador se escapaba de la universidad para pensar en el futuro de la Patria.
Lució una gorra verde olivo para esconder su melena y en los firmes sucedió el encuentro con Fidel Castro. El lomerío había aliado a otra con estirpe de Mariana, esa que esquivó patrullas. La misma dama a quien el amor la sorprendió en las alturas y con Raúl Castro bajó para cimentar su familia.
Mariela, Alejandro, Nilsa y Déborah fueron privilegiados al escuchar de su madre un repertorio de canciones infantiles, pero la voz afinada de Vilma acarició desde antes a oídos agradecidos que notaron los quilates de su garganta.
Esta diputada a la Asamblea Nacional del Poder Popular y miembro del Consejo de Estado nunca temió a las responsabilidades. Las horas las estiraba aunque detrás de esos espejuelos los ojos pidieran un descanso.
La presidenta de honor de la Federación de Mujeres Cubanas encaminó a las féminas en la sociedad y la creación de los Círculos Infantiles fue otro regalo suyo. Otro abril sin Vilma Espín Guillois, pero a Cuba aun le parece sentir su ternura.