En muchos de los centros de aislamiento de Sancti Spíritus el vandalismo ha entrado y salido por una que otra puerta. Quienes sustraen de allí llaves de lavamos, duchas, tubos de luz fría y hasta un simple tornillo no han tenido en cuenta que estas instituciones serán las mismas escuelas, preuniversitarios y universidades a las que asistirán sus hijos mañana.
Que por la puerta del centro de aislamiento la gente entre, además de con los temores propios tras un contacto, con un cubo por si hace falta puede ser normal. Que algunos lleven una mudada como si se fuesen a pasar unas “vacaciones” larguísimas también es comprensible.
Pero que por esa misma puerta entren con una botella de ron, borracha en medio de muchísimos bultos, como si fueran para un campismo resulta inadmisible. Peor aún, que por esa misma puerta salgan luego, como Pedro por su casa, lo mismo con un tomacorriente que con un tubo de luz fría es injustificadamente vergonzoso e inaceptable.
Y creerá que exagero; mas, lamentablemente, lo que digo no tiene ni un ápice de aumento. No en todos, pero en muchos de los centros de aislamiento el vandalismo ha entrado y salido por una que otra puerta. Los mismos que ingresan como pacientes, en algunos casos, al egreso ya le han provocado no pocas lesiones a los lugares. Las secuelas de tal nefasta práctica se han constado, fundamentalmente, en el Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas, la Escuela de Iniciación Deportiva Lino Salabarría, el Centro Especializado en Servicios Educacionales Alberto Delgado, ente otras instalaciones.
Lo admitía a Escambray el doctor Manuel Rivero Abella, director provincial de Salud: “Ocurrió en el primer rebrote y ya en este momento hemos identificado que está sucediendo igual. En los centros de aislamiento, sobre todo en los que tenemos para contactos, que es donde más masivo acuden los ingresos de nuestra población, existen situaciones vandálicas como pérdidas de duchas, de llaves de lavamanos, de tubos de luz fría… y como se encuentran en un área roja donde solamente allí hay un personal reducido nuestro, pues no se puede identificar con tiempo. Cuando entregamos el centro, que lo revisamos, es que nos damos cuenta”.
¿Y quienes comparten litera una al lado de la otra no lo advierten? ¿Y quienes van a bañarse tampoco denuncian que la ducha que estaba ayer ahí falte hoy? ¿Y los que hacen cola para cargar el celular en el único tomacorriente que existe no les parece sospechoso? ¿Y los que llegado el día del alta salen por la misma puerta tampoco se dan cuenta? Hacerse el de la vista gorda, práctica tan rutinaria como dañina, también comulga con la impunidad de los culpables.
Que actos como estos pasen desapercibidos, al menos, para Salud tiene una respuesta: “Como constantemente se está dando alta e ingresando, pues esto ocurre y no se identifica la persona que lo hace”.
Mas, una cuenta es elementalísima: ahora se hallan abiertos en la provincia más de medio centenar de centros de aislamiento y por muchos de ellos pasa diariamente una cifra considerable de personas; ni todos los que están se comportan igual ni los cuidan del mismo modo. Si los laceramos hoy —por mínimo que parezca—, cuando llegue el día de que reabran a tono con su objeto social serán poco menos que ruinas.
Eso, sin meterle el lápiz a las reparaciones y reparaciones que necesitarán luego de que esa avalancha de personas deje de transitar por cada uno de dichos locales.
Que no todos tienen condiciones óptimas, es cierto; que en algunos las bandejas han amanecido frente a las puertas de los albergues, también ha sucedido; que en otros la higiene no es la que se necesita para los momentos que se viven, resulta verdad y lo dicen no solo los que han estado ingresados en esas instituciones, se ha analizado críticamente en las reuniones del Grupo Temporal Nacional que lidera el presidente de la República. Pero ninguna deficiencia le da el derecho a nadie a mancillar lo que se pone en función de todos.
Salud no ve la paja únicamente en el ojo ajeno y debiéramos asumir que las culpas pesan en muchísimas manos. Al menos, el directivo del sector sanitario reconocía que las principales quejas de quienes han estado aislados institucionalmente recaen en la higiene, sobre todo, de los baños.
“Eso ha tenido dificultades —reconoce Rivero Abella— y lo otro es algún caso que por muestra inhibida o por base de datos que no han llegado en tiempo los resultados, ha estado más tiempo del que debía estar; esto ha causado también insatisfacciones en los pacientes, lo hemos corregido, pero ahí están las dos insatisfacciones fundamentales”.
Las dificultades existen; las indisciplinas, también. Para despejar muchísimas incomprensiones deberíamos saber, además, que por cada persona ingresada como contacto —según datos de Salud— el Estado desembolsa 358 pesos, por los aislados por sospechas de padecer la enfermedad la suma asciende a 675 pesos y por los casos positivos la cuenta supera los 1 000 pesos. Entonces, ¿pagamos con la misma moneda?
Antes de atentar siquiera contra un tornillo de una litera deberíamos tener en cuenta que los que son centros de aislamiento hoy, serán las mismas escuelas, preuniversitarios, universidades… a las que asistirán nuestros hijos mañana. Y este no es el mejor de los aprendizajes que les estamos legando. Deberíamos detenernos a pensar en una cuestión: el vandalismo entra y sale, ¿con permiso de quién?