Por Daisy Pilar Martín Ciriano
Para Rosa Hernández Francisco aún permanecen frescos en su memoria los pasajes vividos durante la Campaña de Alfabetización. Hoy, jubilada, al cuidado de una nieta y con huellas de los años en su salud, aún disfruta las remembranzas de aquella hermosa aventura.
Ya había escogido la carrera del magisterio, cursaba el tercer año en Santa Clara, cuando llegó el llamado para alfabetizar. Su contingente partió rumbo a Varadero por ferrocarril, precisamente en la madrugada del 17 de abril de 1961. No se sabía aún del desembarco mercenario.
Durante el recorrido algunos se percataron de la custodia de puentes por milicianos y cuando llegaron a su destino fue ubicada junto a sus compañeros en viviendas de personas que habían abandonado el país.
Rosita Colina, como se le conoce, no iba acompañada por nadie de la zona, pero se ajustó al grupo. Allí permanecieron protegidas el día 18, incluso hubo varios apagones y toques en las puertas. Las muchachas estaban atemorizadas, pero ninguna flaqueó.
Al cesar la agresión comenzaron a recibir el curso para proceder con la alfabetización. A ella le correspondió su labor en Aridane.
Durante el día alfabetizaba a cinco alumnos en una casa de campesinos y por la noche a 10 alumnos en la escuela, que le quedaba relativamente cerca. Poco después fue trasladada del lugar porque existía la amenaza de los bandidos. Fue ubicada en la zona de Neiva, cercano a Cabaiguán.
Esta fue la primera experiencia de Rosita en la Educación y a partir de ella nunca se separó de esta profesión y hasta llegó a graduarse de Licenciatura en Historia. Continuó en la escuela Noel Sancho, posteriormente Directora del centro Héroes de Girón. Con una destacada labor, se acogió a la jubilación, aunque en su vivienda permanece un pizarrón con tizas, porque a diario practica y repasa a su nieta Barbarita, para que se convierta en un futuro en una buena educadora.