viernes, noviembre 22El Sonido de la Comunidad
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La Covid­-19, aislamiento físico pero no social

La batalla contra la Covid-19 significa mantener el aislamiento, cambiar la manera de darnos cariños, pero en ningún modo dejar de hacerlo, es separarse para estar más unidos y sobrevivir a la muerte

aislamiento contra la Covid-19
Ante la Covid-19 el aislamiento físico es una vacuna imprescindible.

Por: Lillipsy Bello Cancio

Hace poco más de un año un virus mortal mantiene arrinconado al mundo entero: la gente, incrédula, recelosa o temeraria, ha tenido que modificar conductas, reinventarse diariamente para aprender a comunicarse con los suyos, para mantener vivos todos y cada uno de sus amores.

Durante todo este tiempo nos hemos sorprendido al confirmar que lo que en inicio fue elemental modo de protección, devino, así sin más, prenda imprescindible y combinable con nuestro vestuario; que es verdad eso que nos decían nuestras madres de que los ojos hablan y que el cariño sincero se resiste a todas las distancias.

De aquel 11 de marzo a la fecha, y no porque queramos, ¡qué quede claro!, hemos aprendido a saludarnos diferente, nos hemos resistido al funeral de la madre de la vecina del frente, se nos han sujetado las manos, los pies, los labios a la hora de querernos, de vernos, de agradarnos.

En estos tiempos de coronavirus hemos sido testigos de hazañas indescriptibles y de miserias innombrables, nos hemos convencidos que “no vernos, no visitarnos, no abrazarnos” es la mejor y más clara manera de decir “¡te quiero, te quiero mucho!”, hemos visto mucha gente crecer, crecer tanto que su espíritu nos ahoga la emoción y nos amarra el sentimiento.

Nos ha tocado la lágrima fácil por la muerte del niño que no conocimos pero que nos mantuvo alertas jornadas y jornadas; el pecho apretado por el testimonio del nieto que enfermó a toda la familia y a cuyo desafío no sobrevivió el abuelo frágil, enfermo, hipertenso; las manos sudorosas por la incertidumbre de un simple “positivo” o “negativo”.

Más de un año ya y siguen siendo el alcohol, los antibacterianos y los desinfectantes las fragancias más comunes… cuando no las más deseadas, las más agradables, las más exquisitas…

Y cuando creíamos que ya no podía ser peor, miramos a nuestro alrededor y vemos los ojos mustios del niño que quiere (pero no puede), y aunque comprende, sigue con deseos de salir a jugar, a la escuela, a la fiesta de cumpleaños de su amiguito, a la “pillamada” de la prima, a la playa… a abrazar a la tía, a la abuela, al papá que quedó atrapado del lado del allá del Océano por culpa de “algo” que sabe que está, que mata, pero que no puede ver… y eso lo hace, precisamente, más incomprensible, más peligroso, más temible…

Han sido la zozobra, la angustia, el dolor, la vacilación, las sensaciones más comunes este año… un año de ausencias a cumpleaños, de aplazamientos de celebraciones, de prorrogar encuentros, de suspender visitas… un año de colgar abrazos y besos en una pantalla, de lamentar la partida del hijo hacia zona roja como si fuera a “zona de guerra”… un año de sentir y sufrir hasta por quienes no conocemos, ni hemos visto nunca, “pero es cubano y tiene una familia cubana que ahora mismo llora y sufre, ¡y eso ya es suficiente periodista”, como me dijo la viejecita aquella en una cola de cuyo día no quiero acordarme…

¡Y todavía hay quien duda que es este un país de héroes y heroínas… con miles de rostros y ningún rasgo descifrable; un país de “a pie” sin mucho ruido pero con muchas nueces; un país que cabe hoy en el frasco más pequeño, en la mirada de un hombre y en la palabra precisa de su líder!

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