Con un amplio registro de agresiones, el bloqueo impuesto por el gobierno estadounidense ha asfixiado a Cuba, harta de carencias y provocaciones. Durante más de medio siglo de esta política genocida, la dignidad se ha convertido en nuestro escudo
Por Alexey Mompeller Lorenzo
Cuba se ha visto con la soga al cuello por más de seis décadas. Las provocaciones cometidas por el bloqueo de Estados Unidos en complicidad con sus aliados marcan todo ese ciclo; no obstante, ciertas punzadas hieren sobremanera y se miden con bastantes ceros.
Aquí llevamos los daños a punta de lápiz. Según registros oficiales, entre abril de 2019 y marzo de 2020, el cerco económico, comercial y financiero impuesto por el gobierno de la otra orilla a Cuba causó pérdidas en el orden de los 5 mil 570 millones de dólares, y los perjuicios acumulados ascienden a 144 mil 413 millones en la misma moneda.
Las cifras han continuado incrementándose porque la inquina de Washington contra La Habana parece enfermiza, cólera acrecentada en el contexto de la pandemia. Definitivamente ven a la isla, harta de esquivar limitaciones, como una piedra en su zapato.
Un ejemplo sensible desde Cabaiguán no ha aflojado a los promotores de sanciones unilaterales que imposibilitan comprar ventiladores pulmonares mecánicos, mascarillas, kits de diagnóstico, gafas protectoras, trajes, guantes, reactivos e insumos necesarios en el enfrentamiento a la COVID 19.
Alrededor de 200 pacientes del municipio consumen Levodopa Carbidopa, medicamento para controlar el Parkinson y ante la ausencia del fármaco se ha tornado desfavorable el cuadro clínico de las personas aquejadas con esa patología. Realidad que pudiera cambiar con un giro de 360 grados si los supuestos dueños del mundo tiraran la toalla.
No hay mal que dure 100 años; tampoco país que lo resista. ¿Será, cuando sentimos el peso de una política impía? Varias administraciones norteamericanas ha abandonado la Casa Blanca y el embargo permanece intocable. Incluso en determinados episodios grises de esa nación se tornó más agresivo.
La mayor de las Antillas sufre aún las 242 medidas aplicadas por Donald Trump durante su mandato. Alejado del Despacho Oval, todavía cargamos con la maldición del expresidente quien incluyó a Cuba en la arbitraria lista del Departamento de Estado sobre países patrocinadores del terrorismo.
Mas de este lado se habla fuerte y claro. Desde 1992, la Asamblea General de las Naciones Unidas se pronuncia cada año para eliminar tal disposición inhumana y Cuba, doliente al fin, lidera una votación casi unánime a favor de fustigar la cadena de acciones genocidas.
Hoy la Patria pedirá la palabra para presentar el informe “Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos contra Cuba”. Por tradición resulta amplio el rechazo a tamaña arbitrariedad made in USA que frena el progreso de esta tierra.
Quienes apuestan por el sí en oposición a las respuestas negativas y la abstenciones que son minoría en la gran pantalla, voces pagadas que apoyan la causa de sus secuaces, denuncian con su sufragio asertivo la esencia despótica de una política que transgrede las normas del Derecho Internacional y la Carta de las Naciones Unidas.
¿Cómo respondemos a tales embestidas? Una reciente bofetada sin mano al imperio se nombra Abdala, candidato vacunal con una eficacia del 92,28 por ciento que supera los requisitos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y va camino a convertirse en vacuna. Es el empeño de un país que presentará el segundo inmunógeno contra la COVID-19 con el sello de América Latina y el Caribe.
Lo que sucederá este 23 de junio retumbará en el escenario foráneo. La solidaridad devendrá testigo en cada punto cardinal como mismo acontece cuando cubanos residentes en el exterior y amigos fuera de fronteras, bicicleta en mano, en caravanas de autos o mediante las redes sociales, condenan la agresión.
Ovaciones todas para intentar cortar de raíz la extraterritorialidad del bloqueo, un atentado a la vida de este pueblo pero que no ha podido doblegar a su gente.