Hailen Rodríguez, el joven chapista que transformaba la chatarra en vehículos de lujo. En escasos años hizo obra de gigante, hacer el bien y quedar bien con todos
Por: Aramis Fernández Valderas
Cerca del medio día llegó la noche, la noticia causo un escalofrío de pies a cabeza. Las palabras no salían. No puedo entender algo tan imposible de pensar. Ando con el nudo en la garganta y los dedos tiemblan ante el teclado, no encuentro las palabras precisas, solo sé que es verdad porque he llamado a muchos amigos en común y como respuesta he tenido el llanto.
En Chapista dio el último golpe con su maza sobre la carrocería, marcho hasta su casa en la tarde para proseguir en la obra escultórica de dar formas a las láminas de acero y hacer que los automóviles antiguos lucieran como acabados de salir de la agencia.
La vida es un libro en el cual no se sabe cuál será la última página, por lo regular, esa la escriben los familiares, los amigos, los vecinos. Tan lleno de planes estaba con solo 34 años y con intensos deseos de prosperar que no tenía barreras para hacer lo que más sabía en su corta vida, chapistear, pero chapistear bien, hacerlo como pocos en este pueblo que reconocía su obra y era muy demandado.
Los martillos de carrocero y de bola, la lima de repasar, los asentadores, los granetes, botadores, cinceles, cortafilos y buriles. La antorcha, la tijera de cortar metales. Todas las herramientas quedaron guardadas junto a los discos de corte. Pocos podrán manejarlas como lo hizo él.
Aprendí a querer a este muchacho cuando un día me lo presentaron y por su seriedad le dije, vas a ser el chapistero de mi auto, bueno, no tan auto, sino un moskovich destartalado, que ahora todos le hacen guiños cuando camina las calles.
Era de poco hablar, no perdía tiempo, se recostaba en cualquier lado unos diez minutos después del almuerzo y volvía a entonar la sinfonía del Chapista. Tu esposa y tus hijos la escucharán eternamente, tus amigos también. Cumpliste en escasos años con una obra de gigante, hacer el bien y quedar bien, no todos lo consiguen aunque vivan cien años.
Un abrazo final Hailen Rodríguez, uno de los tipos más buena persona que he conocido en Cabaiguán . Vas con dios, de eso no me caben dudas.