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La otra “asfixia” de la pandemia en Sancti Spíritus

El déficit en el suministro de oxígeno en Sancti Spíritus, como en todo el país, ha disparado no pocas presiones: la innovación de piezas en tiempo récord, la habilitación de minibancos en las unidades de atención al grave en el Hospital General Provincial Camilo Cienfuegos, la ubicación de concentradores en salas de hospitalización de los municipios, el envío de botellones por avión… Escambray intenta medirle la saturación a un asunto que hoy les corta el aliento a muchos e inicia una serie dedicada a los protagonistas del enfrentamiento a la COVID-19

En un hoyo negrísimo se le había convertido el mentón. De tantos días bocabajo, acoplado a aquel equipo de ventilación, la barbilla necrosada de ese hombre era, quizás, la secuela más visible de lo mucho que había lacerado dentro la COVID-19. Al fin bocarriba, aunque sus pulmones siguen siendo casi una prolongación de aquella máquina, a ratos por sí mismo respira.

Del otro lado del cristal, en otra sala del Hospital General Provincial Camilo Cienfuegos, aquella mujer no se separa la mascarilla de la cara ni para hablar. El médico ausculta y ella inhala al compás, quizás, del oxígeno que le llega de esa careta plástica que desde hace días prende de su nariz; el médico pregunta y ella asiente con la cabeza, con los ojos y hasta con un jadeo que ya no la fatiga tanto. 

Las historias de estos días hacen que les falte el aire a muchos. Las presiones, también. El déficit en el suministro del oxígeno medicinal a las diferentes instituciones hospitalarias del país, a partir, sobre todo, de la avería en la principal planta productora del gas en la isla, según reconocía a la prensa nacional el pasado 15 de agosto el ministro de Salud Pública José Ángel Portal Miranda, ha conllevado a “acoplar” mil y una estrategias para sortear esta otra asfixia de la pandemia. Sancti Spíritus también respira y Escambray toma aliento para contarlo bocanada a bocanada.

A PRESIÓN

Muchísimo antes de que la cobertura de oxígeno pudiese convertirse en un “ahogo” para el Hospital General Provincial Camilo Cienfuegos, aseguran desde los directivos hasta los electromédicos que lo primero fue auscultar palmo a palmo los kilómetros de tubería que conectan la gasificadora de la institución —esa especie de cilindro gigante— con los salones de operaciones, las salas de terapia y hasta con la última de las tomas de gases que existen encima de cada cama.

Y tal diagnóstico arrojó 84 salideros en las redes, en lo fundamental, en las conexiones de las válvulas con el flúmiter, las máquinas de ventilación y de anestesia, los cuales fueron resueltos. La cuenta la lleva sin “escape” alguno el doctor Miguel Antonio Oviedo, director de la institución, como mismo lo hace al referirse a los balones de oxígeno que se consumían tiempo atrás y que se han tenido que optimizar hoy: “Antes el consumo diario era aproximadamente de 265 cilindros, ahora racionalizado es de 165 cilindros de oxígeno para que trabaje el hospital en 24 horas”.

Tal compresión no ha caído del aire, dicen los entendidos, sino de la puesta en práctica de un sistema que ha concentrado los pacientes que requieren ventilación y los bidones de oxígeno en cuatro áreas para la atención al grave: en la Terapia Intermedia y en la Intensiva convencionales, en la sala que funciona como Terapia Intensiva para casos positivos a la COVID-19 y en Neonatología.

Lo cavilaron de conjunto días y noches los electromédicos del hospital y del Centro Provincial de Ingeniería Clínica y Electromedicina, tantas que el lunes cuando se puso a prueba ya llevaban siete noches sin pegar un ojo, habían innovado una pieza en 48 horas, sabían que solo se consumieron 110 cilindros en el primer día y la presión arterial de algunos todavía andaba disparada.

Al frente de aquel equipo y detrás del buró donde se sienta menos de lo que tal vez desea, Liván Rodríguez Lemas, director del Centro en la provincia, conecta una a una las palabras como lo han hecho con aquellos seis cilindros que hoy significan los pulmones de muchos.

“Estos minibancos de oxígeno consisten en que, a través de una reguladora de alto flujo y un aditamento que se diseñó en el territorio, ya no se conecta un botellón, sino seis, lo que nos da una cobertura de horas para cada uno de los servicios antes mencionados”. 

Y de esos 24 cilindros, distribuidos de seis en seis, se abastecen esas cuatro salas. Ha sido una solución emergente ante las bajas coberturas de oxígeno —más necesaria que ideal—, que ha llevado a mantener cerrada la gasificadora central, a colocar concentradores portátiles en el resto de las salas, a trabajar con cilindros específicos en los salones de operaciones, a tener 12 botellones listos para el recambio al lado de los seis que están acoplados, porque la duración varía según la demanda y, mientras en un lado se consumen en dos horas, en otro rinden hasta cuatro, y a optimizar el gas.

“El hospital ha buscado variantes para no dejar de suministrar oxígeno a aquel paciente que por indicación médica lo requiera”, asevera Oviedo Jiménez. Y tal certeza la apuntala Rodríguez Lemas con una afirmación no menos categórica: “No nos ha faltado oxígeno. Hemos pasado aprietos, pero hasta ahora no ha fallado nada. Hemos tenido cobertura y ha estado el balón para suplir el que se acaba”.

SIN RESPIRAR

Anthony Manuel Rivadeneira y Néstor Jiménez se han fatigado más de una vez. El escoltar 24 horas sin pestañear el minibanco de oxígeno que alimenta al servicio de Neonatología les ha hecho respirar casi al compás de los manómetros.

“Ya nosotros sabemos cuándo se va acabando —dice Anthony—. Para el recambio usamos otro aditamento para que no se quede sin oxígeno la sala y poder usar los seis balones”.

Apenas son segundos. Y en tanto a ellos les falta el aire, los pacientes ni se enteran. Como no lo hicieron, tal vez, los 11 enfermos que al filo del mediodía del lunes estaban ventilados de los 19 ingresados en Terapia Intermedia —en el Camilo Cienfuegos— ni tampoco los nueve que se hallaban en igual condición ese propio día en Intensiva. Pero, los números oscilan más que las agujas de los manómetros.

Porque no son solo los pacientes que requieren ventilación los únicos que necesitan oxígeno; en el hospital el domingo, por ejemplo, había 74 enfermos en esas condiciones, el lunes 59… y disponibles existen 26 concentradores portátiles que se usan para conectar a dos pacientes; cuando no son suficientes se suben y se bajan cilindros y se les coloca una Y para suministrar el gas a par de enfermos.

El gas lo requieren hoy también, según los datos de la Dirección Provincial de Salud, 306 pacientes ambulatorios que lo usan en la casa y para quienes las coberturas en estos momentos, como han reconocido las autoridades, han estado deprimidas.

Las medidas adoptadas en la provincia han ido tomando aire poco a poco, pero intentan que no le falle el oxígeno a quien lo requiera cuando lo necesite. Al decir del doctor Manuel Rivero Abella, director provincial de Salud, a ello se encaminan las estrategias.

“Todo paciente que necesite ventilación se traslada al Hospital Provincial y en los municipios se garantiza con concentradores de oxígeno y los botellones para parto, cesárea y salones de operaciones”.

De ahí que, de acuerdo con Rivero Abella, en la provincia existen hoy 92 concentradores de oxígeno, de los cuales 11 están en las farmacias para alquilar a los pacientes y el resto en los hospitales municipales y las salas de hospitalización de los territorios. A ello se suman los 41 equipos de ventilación, que demandan el gas, la mayoría de los cuales se encuentra en el Camilo Cienfuegos.

“El Hospital Pediátrico se garantiza con botellones —sostiene el directivo— y demanda nueve o 10 diariamente que se acoplan a un banco central. Eso no tiene problemas”.

Entre las alternativas implementadas, además, figura la ubicación de balones con aire comprimido para los aerosoles, la disminución de la actividad quirúrgica y la realización de intervenciones con anestesia general en los casos que más lo demanden. 

Es una estrategia donde oxigena —o ahoga— todo: desde la disponibilidad que exista en cada municipio, la coordinación oportuna con el Grupo Provincial para la evaluación de cada caso, el colapso o no de las capacidades en el Hospital Provincial y hasta la agilidad del Sistema Integrado de Urgencias Médicas.

Han de andar conectados como los balones mismos de los minibancos. Lo ha vivido el doctor Pedro Israel González, al frente del Hospital General Docente Joaquín Paneca, de Yaguajay, quien ha tenido que bandearse con los cilindros que tiene y que no le entran siempre ni dos veces a la semana ni en la cantidad de antes.

“Siempre usamos una estrategia. Protegemos el Programa Materno Infantil y se garantiza para mantener la vitalidad en el Cuerpo de Guardia, Nefrología y Terapia. Además, disponemos de tres concentradores de oxígeno”.

Hoy allí, según dice él y aseveran algunos yaguajayenses contactados por Escambray, la baja cobertura de oxígeno no ha supuesto fatiga alguna para ningún paciente. Mas, ni en todos los lugares existen las mismas necesidades ni todos los casos reciben una atención igual.

En estos días, desde Trinidad, por ejemplo, una persona lanzaba a las redes un pedido asfixiante, como lo hacía después otra señora en la cabecera provincial. En estos días también a Escambray han llegado testimonios de quienes han “exprimido” botellones de casa para compartir con otros, de los que han corrido con sus padres para el hospital ante la falta del gas en el hogar y los han ingresado, de algunos a cuyos familiares les ha faltado el aire y mucho más… hasta el tiempo.

ALIENTO

Cuando la panza del AN-26 se abrió y salieron de uno en uno los 30 cilindros que venían a bordo desde Santiago de Cuba y hasta aquí ya el camión estaba listo para despegar con la carga hacia el Camilo Cienfuegos.

José Luis, el capitán del vuelo, dijo que nunca antes había transportado en su AN-26 oxígeno, como mismo aseguró que esta era la primera pero no la última de las misiones de este tipo que podrían acometerse en los días por venir.

Por tierra y hasta por aire ha llegado el oxígeno a la provincia. Tanto que antier Sancti Spíritus amanecía con el sonido de las sirenas que abrían paso a los carros que trasladaba los bidones hasta la Empresa de Gases Industriales. Y se ha anochecido con las pailas descargándose allí y se ha amanecido estibándolas y llevándolas a deshora hacia las instalaciones sanitarias.

“Hasta el momento hemos tenido cobertura —afirma Rivero Abella—. Al día entran, en ocasiones, tres o cuatro veces, y a veces nos han dado más de los 165 cilindros”.

¿No ha sido una crisis el oxígeno en la provincia?, inquiere Escambray.

“Los pacientes no se han enterado, pero los jefes, sí. Hemos estado buscando siempre empatar, que llegue antes de que se acabe”, sostiene Rivero Abella.

Y los cilindros que ahora llegan de menos —si se compara con otros tiempos—, aunque han logrado multiplicarse para todos, han elevado las presiones de muchos: desde los médicos que lo indican, los casos que lo requieren, las autoridades que van midiendo metro cúbico a metro cúbico minuto por minuto hasta los innovadores que siguen creando… Todo en medio de una pandemia que ha intentado, a su vez, “asfixiarnos” por muchísimos lados. Y el mayor desvelo, acaso, es tratar de seguir respirando.

Tomado de Escambray

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