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Carlos Alemán: ¡Hasta siempre mi negro!

Víctima de un accidente cerebro vascular falleció este viernes en Cabaiguán el especialista en rayos X Carlos Alemán Acea

Por: Aramis Fernández Valderas

La altisonante risa, la frase “Venga para acá que eso está resuelto” , o “Aquí no hay miedo”, seguirán retumbando por mucho tiempo en los pasillos, salas, habitaciones y hasta el mismísimo parqueo del Hospital Clínico Quirúrgico de Cabaiguán donde laboró como técnico de rayos X  por tanto tiempo que ni el mismo se acordaba.

Logró tanta especialización en su labor que donde ponía el ojo, ahí estaba la bala y sus pronósticos al concluir de tirar la placa, siempre que se le preguntaba, era el mismo o más detallado que el de cualquier doctor.

Carlos Alemán Acea, cubano de los pies a cabeza, bailador de clase, con el chiste a flor de labios, pícaro y de  un humor que le brotaba por los poros, no tenía momentos malos y si los tenía buscaba la forma de darles la vuelta para que al menos nadie se enterara.

El hombre de piel de ébano, fino rostro, elegante al vestir, con un grueso calibre de voz, también era el tipo que cuando tenía que decir rojo no decía morado, llamaba las cosas por su nombre costara lo que le costara.

Cumplió su última misión en Venezuela y me confesó, esta es para apoyar a la jubilación, pero no pudo concluirla por problemas de salud, regresó y volvió a su cuarto de rayos X en el pequeño hospital del municipio.

Se corrió su muerte hace par de semanas a causa de un accidente cerebro vascular, pero resucitó, lo vi en el parque sentado, como si no le hubiese sucedido nada, le pregunté, no podía hablar, pero con un gesto me dijo, “Aquí no hay miedo, estoy entero”, no tenía la cámara en mano, por suerte Mario Luís López Isla si y tomó la impronta que hoy ilustra este trabajo, que le dedico al querido Alemán, quien no pudo superar el segundo pleito que no fue contra la COVID-19.

Que tipo requeté chévere el que nos abandona, aunque, tal vez nos encontremos por ahí porque si una vez volvió de la muerte, bien que pudiera acostumbrarse a resucitar y seguir jugándonos esas bromas, que esta ocasión en vez de risa, nos causan llanto.

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