En los últimos 15 días, Cabaiguán experimenta un incremento de casos positivos a la COVID-19. Con o sin la nueva variante Ómicron identificada en el municipio, el reto es el mismo: conciencia frente al SARS-CoV-2
El openning de 2022 en poco difiere de la despedida del año viejo. La COVID-19 cerró el calendario precedente con otro de sus repuntes. Se veía venir el alza de contagios en la nueva normalidad que de renovada solo lleva el término. Arrastramos con el SARS-CoV-2 por buscarle las cosquillas.
Durante el recién iniciado ciclo Cabaiguán se acerca al tricentenar de casos confirmados y rozamos la primera quincena de un período donde la variante Ómicron dará quehacer. Pese a las escasas certezas científicas sobre la misma, claros estaban los expertos en considerarla “preocupante” y corroborado su poder de transmisibilidad, puede que en nuestra provincia circule. Es una bomba de tiempo al identificarse en varias regiones del país.
Pero las autoridades sanitarias aclaran que la secuenciación de muestras de PCR positivas procesadas en el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK) descartan, por el momento, la posibilidad de que la cepa aterrizara aquí.
Mas el incremento de diagnósticos recuerda meses de 2021 que parecían no volver a repetirse. Los controles de foco disparados y una tasa de incidencia por encima de los 361.07 contagiados por cada 100 mil habitantes (hasta el cierre del sábado), pintan bien claro el deterioro del cuadro epidemiológico.
Vuelve Cabaiguán a colarse en las estadísticas nacionales al situarse entre los municipios de la isla con mayor transmisión. Típica escena de un deja vu con protagonistas de apellido irresponsables, desde los viajeros internacionales que con un pie en casa olvidaron la declaración sanitaria firmada en el control fronterizo hasta quienes los recibieron.
No hay feriados para el Decreto Ley 31 que sanciona las infracciones del protocolo de bioseguridad para la prevención y enfrentamiento a la COVID-19.
Sin embargo, la normativa simula haberse tomado días sabáticos durante el changüí guayense, en festejos sucesivos, celebraciones hogareñas y aglomeraciones que se soñaban al punto de terminar suspendiéndose las actividades masivas.
El gobierno cubano insiste en acorralar la pandemia y para lograrlo la cordura debe guiar esta batalla, como se anunció en marzo de 2020 cuando no imaginábamos que el nasobuco nos acompañaría meses después.
La alerta va para los sintomáticos empeñados en visitar la cola, a la vecina y arriesgar la salud de sus compañeros de trabajo. Un reclamo extensivo además a los pacientes positivos que poseen las condiciones para permanecer bajo ingreso domiciliario y se les ha visto de escoltas de la cuadra.
Las complicaciones del rebrote van viento en popa en Cabaiguán. Lo evidencia la dispersión del SARS-CoV-en todas sus áreas de Salud, zonas urbanas y rurales. No porque se alcanzara más del 96 por ciento de inmunización en la población vacunable del territorio, nada justifica esquivar Soberana 02, dosis de refuerzo para ratificar la ofensiva contra la enfermedad.
El primer ministro de la República, Manuel Marrero Cruz, llamó a la “responsabilidad individual” y “a cumplir las medidas diseñadas, pero sin adoptar acciones unilaterales en los municipios que lleven al cierre de actividades económicas y sociales vitales”.
Con estas palabras esclarecedoras, los expertos en moldear noticias falsas que anunciaba la inminente suspensión de servicios, hacen mutis. Ojalá utilizaran su poder de oratoria para multiplicar mensajes de aliento, necesarios en aras de menguar la curva de contagios y retornar a jornadas donde pasábamos de largo sin diagnósticos.
La Organización Mundial de la Salud despidió 2021 con un mensaje esperanzador al asegurar que 2022 puede traer el final de la pandemia, aunque el virus permanecerá entre nosotros. Apenas el año se empina. Todas las expectativas y empeños están puestos en tales vaticinios. Para revertir el final que no ansiamos, la conciencia debe hablar alto y claro.
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