Cuando más de medio siglo de vida sorprende merece la pena contar el camino recorrido. Esta historia comenzó a escribirse cincuenta y tres eneros atrás. En primera persona han hablado algunos de sus personajes, otros decidieron rimar o hallaron la metáfora perfecta para un verso libre.
El nombre del poeta fue el elegido. A los 20 días del primer mes de 1967 se forjaba en Cabaiguán el taller literario “Rubén Martínez Villena”.
Pero antes de irse a la eternidad, a Rogelio Concepción Pérez, Arturo Alonso Díaz, Josefa Cruz, José Luis Rodríguez Alba y Gustavo Iglesia Chamán, una representación de los iniciadores que teorizaron de protagonistas, diálogos y métrica, les alcanzó el tiempo para seguir el desenlace de este surtidor de creaciones.
En sepia recuerda aquella cita de intelectuales Ubaldo Pérez Hernández, el más joven de todos, a quien la lírica lo raptó y hoy continúa pastoreando versos junto a las noveles generaciones de talleristas.
El abc de la escritura lo aprendieron aquí Senel Paz, Sonia Díaz Corrales, Rosa María García Garzón, Eric González Conde, la madrina de esta cantera Marlene Emelia García Pérez y nuestro premio Casa de las Américas, Gumersindo Pacheco.
Los encuentros sumaron más artífices de la pluma y en la vitrina de la institución no solo constan los lauros “Cultura Comunitaria”, “Olga Alonso” y otra lluvia de reconocimientos; las publicaciones sobre las temáticas canaria e histórica o las inquietudes generacionales llevadas al papel simulan el mayor trofeo.
Que Cabaiguán se lea en Cuba y tal vez uno de los libros firmados aquí se hojeé en una cafetería de España, habla de la sapiencia de sus autores que coinciden en la tertulia “Monorosa”. Después del alumbramiento de los textos, el espacio para peinarla historia, retomar una idea de los clásicos y prescindir o no de un tropo es en el círculo familiar en el que todos son uno.
En “Simientes”, el órgano oficial del taller para promover las inspiraciones, consta la evolución de esta fábrica de letras que como a casi todohogar cubano le falta uno de sus miembros. La musa de algunos anda suelta en otros escenarios pero aunque pasen la página, siempre regresan para brindar con los que se quedaron y rememorarsu debut, los rechazos de editoriales y las ideas que actualmente le colman el tintero.
Narrativa y poesía acumuladas en más de la mitad de una centuria demuestran la dicha de este pueblo, suerte conferida al taller literario “Rubén Martínez Villena”, todavía con capítulos por escribir.