Virgilio fue 16 años chofer de alquiler en la zona y 14 como taxista en Cabaiguán, pero en el maletero de sus autos nunca faltó la guitarra para mantener viva su estirpe de parrandero.
Por: Osbel Ramón Díaz Mondeja.
Aquel 24 de marzo de 1928 el sonido del tres se dejó escuchar en la sitiería de la finca Capirot, en Manaquitas ante la llegada de Virgilio Bernal Venegas uno de los 8 hijos del matrimonio de José y Belén. Hoy en vísperas a cumplir sus 94 años de edad nunca olvida los primeros acordes cuando de parranda en parranda la familia “brincaba” talanqueras, cruzaban ríos y cañadas para amenizar fiestas nocturnas y guateques. El tres o la guitarra, recostada al horcón le hacía competencia al gallo en el palo de guayaba y no se sabía si primero sonaba el instrumento o cantaba el jefe del gallinero.
El principal plato en la mesa del joven Virgilio era un Do sostenido y no la harina, mientras cada madrugada en el horizonte aparecía un SOL+ mayor para darle más impulso a tan cubano instrumento.
Se inicia la década de los años cuarenta y siendo un imberbe la fuerza de la sangre y la música en unión de familiares y amigos fundan la primera agrupación campesina de aquellos lares.
Los entusiastas parranderos pasan a ser “La parranda de Manaquita” integrada por 8 músicos de la zona. Cuenta Virgilio que nunca fue como un negocio sino como una distracción, cada cual se buscó su instrumento y los ensayos eran los domingos, día de asueto laboral.
Virgilio fue 16 años chofer de alquiler en la zona y 14 como taxista en Cabaiguán, pero en el maletero de sus autos nunca faltó la guitarra.
En la “partitura amorosa” por 68 años de matrimonio ha hecho voces con Rosa Rodríguez, y él asegura… “no me ha matado de milagro, la suerte que es parrandera como yo”.
De esa unión hoy viven Eddy y Héctor dos nuevos parranderos que también hacen sonar el tres y la guitarra.
En el cierre de nuestra entrevista me confesó sus encuentros en escenarios con reconocidos músicos de la época como Teofilito, Rogelio López y Serafín Salas. Comentó además que hubiese querido ser profesional pero nunca pudo por lo difícil de la época que le tocó vivir. Además dice sentir orgullo de los jóvenes músicos que continúan el camino iniciado por ellos.
Segundos antes de cerrar mí agenda me espetó a boca de jarro.
“Si me traes una guitarra ahora mismo, con todos los años que tengo yo te aseguro que no fallo”. ¡Gracias, Virgilio!, yo sé que usted nunca ha fallado en defender una tradición parrandera, tan cubana como las palmas.
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