En tiempos en los que un virus con corona ocupa titulares, donde la muerte duele más porque es demasiado frecuente, donde la imagen de un convoy de ataúdes recorre el mundo una y otra vez, provocando las mismas lágrimas del primer día… en tiempos en los que debía salirsenos lo mejor, lamentablemente, no siempre ocurre así.
Por una parte están los que atienden a cada llamado y cumplen estrictamente las medidas orientadas, por otro los que, incrédulos, buscan hasta el cansancio, una señal de que «la cosa no es tan grave», así mismo están los que creen con una excesiva ingenuidad u optimismo que un «milagro» nos salvará… y los otros, a los que debo reconocer no encuentro calificativo para nombrarlos, los que aprovechan hasta un gesto solidario para intentar el descrédito… y digo «intentar» porque por suerte, aún existe mucha gente inteligente y sensible en este mundo.
Pero esos, aunque sacan todo lo más patriótico y cubano de mí, no son los que más me preocupan… a esos, o los enfrento, o los convenzo, o los molesto… Sí, porque se fastidian más ellos con mis ideas que yo con sus mentiras, falaces y ofensivas, pero vencibles, ganables, desmontables….
Los que me desvelan son los que no perciben el peligro y deambulan por las calles sin necesidad alguna, los que persisten en los besos, en los abrazos y en visitar cualquier lugar o persona sin que importe su edad, estado de salud o lugar de procedencia.
En las últimas horas conocimos de nuevos casos de COVID- 19 en Cuba, los números de ingresados crecen y el pánico también, pero… saben qué? Me puse a pensar en cuántos de esos cubanos al llegar de países donde la enfermedad se ha generalizado, habrán convocado a reuniones familiares y fiestas, cuántos de ellos (y otros que pueden no haberse declarado aún) habrán salido casi desde que se bajaron del avión a saludar a todo el barrio, cuántos se habrán aguantado las ganas de ir a cada rincón donde dejaron a un amigo, una tía anciana, una novia…
¿Se habrán detenido a pensar (unos y otros) en el peligro al que se exponían u obligaban, indistintamente? ¿Les habrá alcanzado a todos la cordura para no resistirse al aislamiento? ¿Habrán al menos intentado amarrarse los deseos y los labios…. y las manos?
Pero digo más, este domingo salí de mi casa por poco más de 15 minutos y por razones inaplazables y necesarias, y vi cómo alguna gente, desoyendo el llamado del más elemental sentido común, se reunía en un culto religioso, al que no le faltaron niños, adolescentes, ni adultos mayores… y no lo digo por lo de la alabanza a su Dios, creencias que respeto, sino porque soy de las que piensa que no son imprescindibles los templos para demostrar la fe… y este fin de semana esa fe se hubiera podido ofrecer desde casa y el Señor, estoy segura, lo hubiera aplaudido con más vehemencia.
No son tiempos tampoco de andar encimados en colas en las que si bien es cierto se busca la adquisición de productos de primera necesidad, pudiéramos aprovechar para aprender a respetarnos desde la distancia, y ordenarnos y repartirnos pollo, detergente, papel sanitario y aceite, pero sin que vengan acompañados de un coronavirus que, en primera instancia, nos impediría el uso o disfrute de cada uno de ellos.
Qué bueno sería que dejáramos de culparnos unos a otros, de cuestionar al Gobierno porque si demoró en impedir la entrada de turistas o no procede a cerrar las escuelas, qué importante sería que dejáramos a un lado ahora mismo el odio visceral hacia lo que en esta Isla se decide o no y comenzáramos a hacer nada más lo que nos corresponde, con responsabilidad y conciencia, con seguridad y confianza.
A lo mejor, si fuéramos un poquito más consecuentes con nuestras exigencias, así como en Venecia han comenzado a aclarar las aguas de sus canales y les han comenzado a nacer peces y hasta cisnes por la ausencia de turistas, así como a los puertos de Italia han comenzado a llegar delfines por el retiro de las embarcaciones, así como ha comenzado a purificarse el aire de París… a lo mejor no nos asombraríamos de que un barco con enfermos no fuera abandonado a la deriva, de que medio centenar de médicos haya partido hacia allí, donde la pandemia se ha cobrado más vidas, no molestaría a nadie que una Isla pequeña, bloqueada y casi sin recursos brinde al mundo un medicamento que alivia y salva.
Cuando concluyan los tiempos de este Coronavirus, habremos aprendido que de poco sirven los títulos, las armas y las riquezas… el justo valor de un reencuentro y la falta que nos hacen los abuelos… que la imagen de una calle desolada no necesariamente pertenece a una película del oeste o a un pueblecito del fin del mundo y que una mascarilla puede salvarnos o matarnos… que un metro puede hacer la diferencia y también, por qué no, que un aplauso puede decir más y más alto que mil palabras….
Cuba está hecha de miel y acero, en no pocas ocasiones sus hijos han demostrado el valor que rinde tributo a lo más genuino de su historia, pero como decía mi abuela: «en el mundo para que sea mundo tiene que haber de todo!»…. y qué pena que ese «de todo» incluya a los inescrupulosos, capaces de jugar con la más sensible esencia del ser humano.
Esta vez fueron los niños el leit motiv, el escenario un mundo lleno de Coronavirus de una punta a la otra, y el soporte las redes sociales, plataforma que ya sabemos la popularidad que ha venido ganando en los últimos tiempos y que si bien es cierto puede ser muy útil para viralizar información, no lo es menos el hecho de que la mala intención y la falsedad circulan a veces con una desfachatez que molesta.
Tal es el caso de lo ocurrido este miércoles cuando en diferentes grupos en las redes sociales circuló que personas con batas blancas andaban vacunando en las casas. Informaciones falsas. Una comunicación real y oficial jamás llega por medio de una cadena.
Por suerte, CUBADEBATE, el portal cubano de mayor prestigio y visualidad en Internet hoy, no esperó para desmentir a quienes intentaron, otra vez fallidamente, desacreditar nuestros profesionales de la salud, utilizar las circunstancias actuales para crear pánico y fomentar la incertidumbre. «Ante un asunto tan delicado, las autoridades competentes siempre alertarían a la población y actuarían de inmediato para proteger la salud de todos, y más de nuestros niños. Hablarían de frente, directo con los residentes», refiere textualmente la nota.
El medio de prensa deja claro que el país tiene un esquema de inmunización nacional que previene contra 13 enfermedades y protege a los cubanos desde que son niños. Estas vacunas se reactivan en dependencia de las edades. También hay otras que se realizan por eventos determinados, pero no es el caso de la COVID–19.
“Los procedimientos establecidos dictan que todas las vacunas deben preservar la cadena de frío; por tanto, no se vacuna en las casas. Siempre se crean centros adecuados que permiten, además, monitorear los efectos adversos de las mismas”.
Citando un material periodístico de CNC TV Granma (porque parece que la mentira adquirió matiz nacional), CUBADEBATE informa que tampoco se ha recibido a ningún paciente en instalaciones hospitalarias de la provincia con reacciones adversas a vacunas aplicadas recientemente.
El nuevo rumor solo pretende desacreditar el sistema de salud cubano y crear un clima de inestabilidad en el país, en medio de una situación epidemiológica especial, cuando todo el sistema de salud está en la calle haciendo pesquisa activa, revisando clínicamente cada comunidad, cada casa.
Otra vez todo el mundo dijo que dicen y hubo hasta quien citó la planta radial de la provincia, ante lo cual no está de más recordar las alertas que constantemente nos han hecho determinadas autoridades a no hacernos eco de fakes news o noticias falsas, solo así no le haremos el juego a quienes con acciones como esta no hacen más que dejar al descubierto su verdadera esencia.
Recientemente, se dio a conocer que la vacuna contra el nuevo coronavirus tardará un mínimo de 18 meses en estar en circulación, según los pronósticos del director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, quien anunció que los primeros ensayos oficiales se están desarrollando con pacientes españoles y noruegos.
Por tanto, cabaiguanenses, haga lo que mi vecina esta tarde noche quien, sin una idea por supuesto de lo que es la investigación periodística buscó la fuente que creyó más fidedigna, cruzó información y alertó a las autoridades… será la única manera, incluso en tiempos de Coronavirus, de salvar la verdad.