Pasan las 7 de la mañana, ya el carro dejó la leche y en la cola de la bodega “La Dinámica” perteneciente al Consejo Popular Urbano 2 de Cabaiguán espero mi turno para adquirir ese producto que mis sobrinas y padres reciben al integrar respectivamente dos de los grupos poblacionales beneficiados (menores de 7 años y dietas para enfermos), una gestión extradomiciliaria que desde que el coronavirus acecha he asumido en mi familia para que mis padres no tengan que salir de casa.
Así, de la leche para el pan, transcurren para mí las primeras horas del día, unas veces solo dos o tres personas, otras llegar y comprar, pero la mayoría de las ocasiones hay tanto personal que la espera se vuelve agotadora.
En tiempos en que la COVID-19 amenaza sobre todo con contagiar a aquellas personas más vulnerables como son los ancianos, estas instituciones del comercio constituyen caldo de cultivo.
Si algo se ha logrado en el lugar es el distanciamiento entre personas a más de un metro, aunque algunos violan lo establecido. La mayoría que van allí usan el nasobuco como está indicado para transitar en las calles, sin embargo, un día alguien llamó la atención a aquel que sacó un tabaco y se puso a fumarlo, utilizando el medio de protección como collar, e irritando a todo aquel que se molestaba por el humo que desprendía.
Pero lo que sí no se logra en la bodega “La Dinámica”, ubicada en la calle Libertad de la ciudad cabecera cabaiguanense, es que sean los jóvenes de casa los que acudan al centro a adquirir este y otros productos.
Ese panorama se repite cada mañana, es preocupante la cantidad de abuelos, de avanzada edad, de seguro con patologías asociadas porque de hecho, quienes reciben este producto lácteo muchas veces es por tener enfermedades crónicas no transmisibles como cáncer, diabetes y otras, esas mismas que ponen al organismo en desventaja si se llega a contraer el nuevo coronavirus SARS COV 2.
Así, no son pocos los que nos cuestionamos en el tiempo de espera: ¿cómo es posible que la propia población beneficiada permita que ese señor (que acude a la tienda con más de 20 envases para recoger la leche) continúe brindando el servicio de mensajero y no lo cuide para que cuando todo esto pase pueda volver a ejercer su función?; cuando sabemos que si llega a contagiarse con la citada enfermedad difícilmente sobreviva. Y he de decir que en esta misma condición de mensajeros entran no pocos cabaiguanenses, si esto fuera televisión, solo con ver las imágenes que tengo usted enseguida se llevaría las manos a la cabeza, más adaptándome a mi medio radial, trato de describir la situación lo más exacto posible para que usted gane en claridad.
Sé que estos abuelos necesitan para vivir la remuneración que reciben como mensajeros, pero en estos tiempos primero hay que apostar por la vida y confiar en que nuestra Revolución no dejará desamparado a nadie, y mucho menos a sus adultos mayores tan vulnerables ante esta pandemia.
Este es uno de los ejemplos que pudiera citar, mas hay otros, por eso me sigo preguntando, y ¿ese viejito vivirá solo? ¿Acaso no hay nadie más en su vivienda, en el resto de la familia, o en el barrio que pueda hacerle esta diligencia?
Mire, si es así, y usted que me escucha es uno de los abuelos que cumple estos requisitos y por eso se ve en la obligación de salir usted mismo a la calle a hacer sus mandados, debe notificarlo en su CDR o al delegado de la circunscripción para que encuentren una solución a su necesidad, como viene haciéndose con la ayuda de trabajadores sociales o de otros sectores y estudiantes que también apoyan al respecto.
Pero si usted tiene familia, mi llamado de atención ahora se dirige a ellos: la nueva Constitución del país refleja también la responsabilidad de los hijos con el cuidado y atención de sus padres, entonces, ¿por qué sigues permitiendo que tu familiar se exponga a la COVID-19?
A partir del sábado 18 de abril, cuando se emitió por este mismo medio de comunicación una Nota Informativa del Consejo de Defensa Municipal que prohíbe el tránsito de embarazadas, niños y adultos mayores de 60 años en nuestras calles como medida que apuesta más que nada por cuidar la salud de las personas en tales condiciones, creí que ya este problema estaría resuelto, y que al ser una orientación de la dirección del municipio con respaldo policial incluso en torno a la aplicación de multas si se incumple lo establecido los abuelos no saldrían de casa. Pero, este lunes, y hoy, otra vez encontré en la bodega a los abuelos mensajeros, y a los mayores de 60 años esperando para adquirir la leche.
Abuelo, el Estado Cubano hoy lo cuida a usted más que nunca, conocedor de que esta pandemia apuesta firmemente por los adultos mayores los cuales constituyen la mayor cantidad en las cifras de contagios y fallecidos que acumula el país. Pero si usted no colabora, entiende las medidas, gana percepción de riesgo y se queda en casa, no está contribuyendo con el aislamiento social que se pide y con la intención de no pocos que se preocupan por usted y su bienestar.
Cuando pase la pandemia, volverá a su bodega a buscar la leche o a la tienda a comprar el pan, seguirá sintiéndose útil a su medio familiar pero por ahora: ¡quédese en casa!, ese será su aporte más valioso en tiempos de coronavirus.