Ni las tempestades de la vida le impiden a la enfermera Clara Valdés Tejeda mostrar su sonrisa cuando una puerta se abre para recibirla, después de dejar en la suela de los zapatos todo un asentamiento recorrido
Por: Alexey Mompeller Lorenzo
A Clara Valdés Tejeda le cuesta decir no. Lo saben quienes la han visto lucir la cofia por más de medio siglo y que todavía lleva cuando las canas delatan sus 70 años.
Orgullo de enfermera, la jatiboniquense de cuna pero enraizada en Cabaiguán, puede asistir a pacientes de otras consultas a kilómetros de su área de Salud; mas regresa siempre a la comunidad de Punta Diamante.
Aquella adolescente que eligió convertirse en Auxiliar de Enfermería Pediátrica vuelve para salvar en El Purial, Zorrilla y Cuatro Esquinas de Paura. Solo ella sabía que apenas comenzaba una carrera de humanismo. Desde las lecciones iniciales en el aula sintió que las instituciones sanitarias se convertirían en su segundo hogar.
Ni las tempestades de la vida le impiden dibujar su sonrisa cuando una puerta se abre para recibirla, después de dejar en la suela de los zapatos todo un asentamiento recorrido.
Dominar el idioma de la solidaridad pareciera común en un sector de batas blancas, pero la vocación de servicio habla más alto. Aferrarse a la superación le permitió ser una las primeras de su clase, al graduarse de Enfermera General en la Escuela Fe del Valle de Sancti Spíritus.
Vendrían responsabilidades en el Hospital de Cabaiguán, el Departamento de Obstetricia y Ginecología del Policlínico Faustino Pérez y el Consultorio Médico de la Familia número 13 de Punta Diamante, el otro refugio de Clara.
Vendrían los toques a la puerta de su casa cuando al término de la jornada laboral alguien le confía una cura, el visto bueno a la herida, el consejo en caso de dolencia, la duda por la vacuna o la mano en el hombro para calmar.
La experiencia le atribuye la condición de enciclopedia de la enfermería en Cabaiguán. Rodearse de infantes la satisface. En el plantel de la enseñanza primaria Pepito Tey Lambert gestó el Círculo de Interés de Enfermería y en buenas manos descansó la formación vocacional que le tributara aplausos y reconocimientos a la seño.
Clara Valdés tuvo el privilegio de ser uno de los rostros vistos por pacientes agradecidos de la Operación Milagro en La Habana. El encargo de profesar salud la llevó a la Misión Primero de Enero hasta presenciarse en el sur de América Latina. Al llamado de Hugo Chávez y de la Revolución Bolivariana acudió quien aprendió de Venezuela y de los suyos.
La pandemia de la COVID-19 no la intimidó ni por considerarse entre la población vulnerable. Ajustados el traje verde, el nasobuco y la careta, compartió saberes y calmó incertidumbres en zona roja.
En el Hospital Materno, el Palacio de la Maternidad, el Hogar de Ancianos y los Círculos Infantiles saben de la entrega de Clara Valdés Tejeda, la cederista con más de 600 donaciones de sangre que prendió en su sobrina, hija mayor y su segundo nieto la pasión por el arte de salvar.
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