Brechas en la divulgación de las actividades, el estudio de las audiencias, iniciativas sin sal e impuntualidad en algunas propuestas concebidas se vuelven constantes en cada Semana de Cultura Cabaiguanense. La programación de la edición XLI pudo resplandecer sobremanera, pese a las limitaciones
Por: Alexey Mompeller Lorenzo
La decimocuarta semana de este año entrañó mayor repique cultural para Cabaiguán. Desde el 3 de abril último y hasta ayer, siete días demostraron las potencialidades del movimiento de artistas profesionales y aficionados.
En jornadas ya históricas de un 2024 que avanza con pasos de gigante, la identidad y las tradiciones pidieron la palabra. La Semana de Cultura Cabaiguanense en su edición XLI arrojó que los resultados de trabajo, si bien permite a una representación de creadores e intelectuales el lujo de darse brillo en el ombligo por sus aportes a la espiritualidad de la nación, sin devenir en la encarnación de la autosuficiencia, ilustró además cuan perfectible puede ser el festejo.
Quienes persiguen las bebidas alcohólicas, que ni a precios galácticos dejaron de comercializarse, y otros que buscaron desordenarse con acordes reguetoneros, entenderán la esencia de esta celebración en pie desde 1982 por decisión del Ministerio de Cultura; y que para aquella época no se imaginaban tantos cachivaches entre literatura, danza, artes plásticas o puestas en escena.
El monto percibido por esas opciones recreativas favorece las finanzas del municipio para futuras festividades pero desentona con un ambiente donde, primeramente, deben primar y, por suerte sucedió, propuestas que estimulen y cultiven el gusto estético de los cabaiguanenses.
Hablar de públicos, muchos desconocidos, supone un reto para la Dirección Municipal de Cultura y Arte. ¿Permanecen al corriente de quienes son sus audiencias? Incitarlas a consumir lo mismo una presentación literaria, un espectáculo de la Banda Provincial de Conciertos que deleitarse con los juegos de velorio los obliga a llenar, con personal del propio sector, los espacios vacíos en los asientos.
Brechas en la divulgación de las actividades, el estudio de los espectadores e iniciativas sin sal, solo gestadas para ocupar la cartelera de la semana, destiñeron una programación que pudo resplandecer sobremanera, a pesar de las limitaciones; jamás vistas como un freno. A la creatividad no la para ni la crisis energética y financiera que pone de rodillas al país.
Más oxígeno en la concepción de las sugerencias, aprender de los suizos en cuestiones de puntualidad en el comienzo de las propuestas; que estas permanezcan invariables desde el primer momento en que se concibieron y centrarse en una lista más reducida de personalidades e instituciones agasajadas, iría a tono con una Semana de Cultura a la vieja usanza.
Destacar la presencia de artistas nacionales, el siempre bienvenido cantautor Elaín Morales, inmenso por su activismo social, las extensiones culturales a planteles estudiantiles y laborales así como tocar a la puerta de las comunidades premia el trabajo de una cantera sin descanso de enero a diciembre.
Para que la Cultura Cabaiguanense vuelva a vestirse de gala en una de las semanas del próximo 2025, a la espera del aniversario 99 de declararse el territorio término municipal, queda tiempo para encauzar noveles itinerarios. El número de invitaciones pesa; repensar la calidad de las actividades también. No estamos lejos si seguimos la brújula de la cultura.
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