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El simbolismo indeleble de Antonio Maceo

La figura de Antonio Maceo y Grajales (Santiago de Cuba, 1845-La Habana, 1896) ha alcanzado, con toda justicia, un lugar cimero en la Historia de Cuba, al punto de haberse convertido en un paradigma,

Un símbolo de un conjunto de valores característicos del pueblo cubano, entre los que se encuentran, la valentía, el sacrificio, la tenacidad y el patriotismo, los cuales se ponen de manifiesto a lo largo de una vida consagrada a la concreción de un proyecto revolucionario que estaba orientado a eliminar el colonialismo español en la Mayor de la Antillas, convertir a la Isla en una Nación independiente y realizar importantes transformaciones sociales

Uno de los aspectos más destacados de la figura de Antonio Maceo y Grajales, lo constituye su trayectoria como combatiente independentista y jefe militar, la cual se inició en la Guerra de los Diez Años (1868-1878) como uno de los discípulos más sobresalientes de Máximo Gómez Báez. De este modo, el Titán de Bronce tuvo una participación significativa en la contención de la Creciente de Valmaseda (1869-1870) y en la Invasión a Guantánamo (1871-1872). A partir de 1874, comenzó a jugar un papel protagónico en la lucha desarrollada al centro y al este de la región de Oriente, mediante el aprovechamiento de las condiciones topográficas del territorio y el uso efectivo de la emboscada. Tales méritos le valieron para alcanzar el grado de Mayor General y situarse al frente de la tropa más combativa y aguerrida del Ejército Libertador, obteniendo importantes victorias hasta comienzos del año 1878, cuando ya la lucha languidecía en otras regiones de la Isla.

Durante la Guerra Necesaria (1895-1898) Antonio Maceo y Grajales ocupó el cargo de Lugarteniente General de Ejército Libertador. En un primer momento desarrolló la Campaña de Oriente (1895), que garantizó la definitiva incorporación de esa región a la gesta. Después, asumió la jefatura de la Columna Invasora y junto a Máximo Gómez Báez llevó a cabo la Invasión a Occidente (1895-1896). Como parte de ello recorrió, los territorios de Las Villas, Matanzas, La Habana y Pinar del Rio, manteniendo una marcha continua, participando en diversos combates y logrando la proeza de convertir la guerra en un fenómeno extendido a toda la Isla. Posteriormente asumió el mando del Departamento Occidental e inició la Campaña de Occidente (1896), en medio de la cual se produjo su caída en combate, cuando contaba con 51 años, había participado en más de 600 acciones bélicas y recibido 25 heridas de guerra.

De igual modo, resulta muy interesante el desempeño de Antonio Maceo y Grajales como líder político, a partir que protagonizara la Protesta de Baraguá (15 de marzo de 1878), pues el general santiaguero y sus seguidores, además de dar muestras de intransigencia revolucionaria, fueron capaces de desarrollar un programa político propio, mediante la aprobación de la Constitución de Baraguá, la puesta en práctica de una nueva forma de gobierno y el envío del Titán de Bronce al exterior, quien con su prestigio y autoridad moral debía gestionar recursos en la emigración. Si bien estas acciones no pudieron evitar el fracaso de la Guerra de los Diez Años, constituyeron un antecedente para etapas posteriores del proceso independentista cubano.

A lo largo del periodo de la Tregua Fecunda (1878-1895), Antonio Maceo y Grajales logró consolidarse como líder político. Ejemplo de ello lo constituye su apoyo, desde el exterior, al desarrollo de la Guerra Chiquita (1879-1880) y la organización de la llamada Conspiración de la Liga Antillana (1880). Posteriormente, se incorporó al Programa Revolucionario de San Pedro Sula (1884-1886), dirigido por Máximo Gómez Báez y que tuvo entre sus colaboradores más activos al general santiaguero. Más tarde, cuando se encontraba de visita en Cuba, encabezó la Conspiración de la Paz de Manganeso (1890) que concluyó con su expulsión de la Isla. A partir de 1893 se vinculó al proyecto revolucionario de José Martí Pérez a quien, el Titán de Bronce, prestó una valiosa ayuda en la consolidación del movimiento conspirativo en la Mayor de las Antillas y la concreción del plan de alzamiento que daría inicio a la Guerra Necesaria.

El pensamiento político y militar de Antonio Maceo y Grajales tenía entre sus líneas fundamentales el respeto estricto al orden y el rechazo enérgico a toda manifestación de sedición e indisciplina que afectara el buen funcionamiento de las estructuras de poder independentistas. En cuanto a la forma de gobierno a adoptar durante la guerra, era partidario del establecimiento de una junta de militares, pues consideraba que el funcionamiento de un régimen republicano y democrático en Isla debía producirse después de haberse eliminado el colonialismo español. Dentro del ideario maceísta también puede apreciarse una profunda proyección latinoamericanista y sobre todo antillana, favorable al establecimiento de fuertes lazos entre Cuba, Santo Domingo, Haití y Puerto Rico. De igual modo el general santiaguero era partidario al logro de la independencia sin la intervención de ninguna nación extranjera, incluida los Estados Unidos.

Antonio Maceo y Grajales, a pesar de provenir de una familia de medianos propietarios rurales, poseer un nivel de escolaridad elemental y haberse desempeñado durante su juventud como pequeño comerciante, representa a las clases populares que eran explotadas y marginadas por el sistema colonial español, y se sumaron a la lucha independentista desde posiciones subalternas, pero a lo largo de la Guerra de los Diez Años alcanzaron, por mérito propio, puestos relevantes dentro del mambisado, y para finales de la gesta asumieron la dirección política y militar de la Revolución, desarrollando un programa de acción propio, en correspondencia con una línea de pensamiento radical que tenía como principios inquebrantables lograr la total independencia de Cuba y la absoluta abolición de la esclavitud.

De igual modo, Antonio Maceo y Grajales constituye un ejemplo paradigmático de aquellos líderes políticos y militares que, habiendo asumido la representación de los sectores y grupos sociales preteridos, dirigieron o participaron en la estructuración de diferentes intentos fallidos orientados a reiniciar la lucha independentista en Cuba, y en la década del 90 del siglo XIX se sumaron al proyecto revolucionario organizado por José Martí Pérez que tenía como objetivos fundamentales eliminar el colonialismo español en la Isla, establecer una República democrática, realizar importantes trasformaciones sociales en beneficio de las clases populares e impedir la expansión económica y política de los Estados Unidos sobre América Latina.

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