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La historia lo dirá todo

El alegato La historia me absolverá, pronunciado por Fidel el 16 de octubre de 1953, se convirtió en el Programa del Moncada, que rigió el camino democrático, popular, agrario y antiimperialista que caracterizó a la Revolución

El 16 de octubre de 1953 Fidel explicó por qué era legítimo y necesario luchar contra la dictadura de Batista en el alegato del juicio que se le seguía por los sucesos del 26 de julio de ese año.

Defendió aquel día la legalidad jurídica y moral de sus acciones, denunció los crímenes cometidos por la dictadura, retrató en lo social y económico a Cuba, identificó medulares temas en los que se debería trabajar de haberse triunfado y resaltó principios en los que creía; en un discurso muy bien armado y mejor expresado.

LA AUTODEFENSA

En el pequeño cuarto de estudio de las enfermeras del Hospital Civil Saturnino Lora, de Santiago de Cuba, y no en el flamante Palacio de Justicia, Fidel tuvo la oportunidad de contestar la escueta, ridícula e imperativa solicitud del fiscal de que se condenara al acusado a 26 años de prisión por los delitos cometidos.

Sabía que sería condenado, por lo que la defensa debía ser política, más que legal, pues de ese modo imponía ideas, principios y argumentos que algún día podrían ser divulgados.

Casi nadie lo escuchó, salvo las personas del ámbito del Tribunal, los seis periodistas dominados por la censura y los muchos guardias, a los que hablaba directamente, como hizo cuando lo llevaron al Vivac detenido.

En su discurso fue del esclarecimiento de lo acontecido el 26 de julio a los días posteriores al trazo de un programa político de la Revolución; lo primero para hacer denuncia oportuna de los crímenes y vejámenes; lo segundo, para convencer al pueblo de las razones de su lucha y hacia dónde se dirigiría de haber vencido.

Más tarde cuestiona sagazmente que se le está condenando por un delito que no está en el Código Penal, no como argucia leguleya, sino para sustentar que la dictadura de Batista no es legítima, y sí cualquiera de las formas posibles para derrocarla.

Tiene mucha fuerza su definición de “pueblo”, pues, más que algo semántico, es un concepto sustantivamente político e ideológico, base de su posterior programa, pues hace un retrato de lo más explotado y sometido de la sociedad cubana.

Muy importante es la mención a las leyes que se promulgarían por el gobierno revolucionario ya que ello garantizaba empatía con amplios sectores sociales muy desfavorecidos.

Estas leyes se pueden resumir en: restablecer la Constitución de 1940, conceder la propiedad absoluta de la tierra a quienes la ocuparan y trabajaran, otorgar a los trabajadores el derecho a las utilidades de empresas y la confiscación de los bienes malversados.

La definición estratégica de los problemas fundamentales de la sociedad cubana, a los que había que dar solución de manera priorizada, le da cuerpo a su programa de la Revolución.

Por ello define seis problemas que van a convertirse en directrices de su proyección política, así que les habla a todas las clases sociales, pues la solución de algo debería ser a costa de otros intereses económicos.

Estos seis puntos esenciales de su estrategia de lucha son: la tierra, la industrialización, la vivienda, el desempleo, la educación y la salud del pueblo, fundamentando las razones para identificarlos y el modo práctico en que deberían solucionase.

En esencia, el problema de la tierra se resolvería cumpliendo la Constitución del 40, que prohibía el latifundio, además de hacer una Reforma Agraria profunda e invertir en el sector agrario.

La industrialización estaba causada por la falta de recursos, la dependencia económica a los EE. UU., que no menciona, pero que es obvia su denuncia indirecta.

El desempleo lo tipifica como algo crónico, aduciendo que es causa inexcusable de la pobreza, el subdesarrollo y las distorsiones económicas entre todos los sectores sociales.

La vivienda, controlada por la especulación más rancia; la salud, sumida en la esquizofrenia mercantilista que le imprime un carácter vil, y la falta de un sistema educativo apropiado para no solo alcanzar índices de alfabetización adecuados, sino para insertar una educación inclusiva, moderna, trascendente; son los tres sueños sociales que él consideraba posible de remodelar.

No hay dudas de que el ideal de su lucha no solo sería destruir la miseria y la tragedia social de gran parte del pueblo cubano, sino satisfacer las más importantes necesidades de toda la población.

Insiste muy profundamente, además, en el derecho de resistencia contra la opresión y de la rebelión contra todos los poderes que no estén legitimados por el pueblo.

El final todavía impresiona mucho; transcribo literalmente: “Para terminar, mi perdón, en nombre de mis compañeros, para todos los que no tuvieron consideración para nuestros hermanos caídos. (…) No pido la libertad. Ustedes cuentan con el respaldo del pueblo de Cuba, aunque nos condenen. No importa que hoy haya silencio, la historia, en definitiva, lo dirá todo”.

LA HISTORIA ME ABSOLVERÁ

Tiempo después reprodujo todo lo expuesto en un documento trascendental que tituló La historia me absolverá, con prólogo del polémico Jorge Mañach, que tuvo que creer en muchas ideas expuestas como para brindar con su firma el necesario espaldarazo.

No cabe la menor duda de que meses después, con más tranquilidad y certeza, Fidel perfeccionó lo expresado, estructuró mejor las ideas o delineó los conceptos, lo que le permitió escribir un texto compacto que en esencia era lo que expuso en aquella oportunidad.

Sabía que la información era muy importante para influir en el pueblo, así que dio a conocer su pensamiento, en especial por qué era necesario combatir al régimen batistiano con las armas y hacer una revolución que removiera los cimientos de aquella sociedad.

Por ello hizo un esfuerzo descomunal en escribir el texto con zumo de limón, que supo enviar al exterior de la prisión, con indicaciones precisas de cómo hacer todo para difundir sus ideas por toda Cuba.

Ese documento tuvo una influencia enorme, a tal punto que, si bien después sintetizó su programa de lucha en el Manifiesto No. 1 al pueblo de Cuba, del 8 de agosto de 1955, aquel documento nunca murió.

Cuando triunfa la Revolución, La historia me absolverá se convierte en el Programa del Moncada, que rigió el camino democrático, popular, agrario y antimperialista que caracterizó a la revolución hasta el 15 de octubre de 1960, cuando Fidel lo da por cumplido.

Ninguna Revolución se hace sin programa, sin ideas fundamentales que impongan los objetivos, y los de la revolución cubana de la última etapa nacieron aquel 16 de octubre de 1953 cuando, desde la defensa, Fidel dio a conocer su proyecto de lucha.

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