Este 15 de enero falleció víctima de un accidente de tránsito Yinet Rivera Carballo quien se desempeñaba como Directora Municipal de Trabajo y Seguridad Social en Cabaiguán
Por: Lillipsy Bello Cancio
Los que te conocimos aún no damos crédito a tamaña realidad, tan cruel como lo ha sido mirar a la capilla y descubrir la foto que sobre el ataúd nos confirma que eres tú allí dentro, tan quieta como nunca te vimos, tan serena como no pudimos imaginar, tan inerte… tan tristemente hermética.
Fue este 15 de enero el día más sombrío que recuerde de los últimos tiempos: la pertinaz llovizna, el lúgubre panorama que se dibuja cada tarde de invierno, el frío que iba calando, no ya las pieles, sino el alma de quienes asistimos a ese último adiós, con el que no nos conformamos, pero al que tampoco encontramos manera de resistirnos… convirtieron este miércoles en un día inolvidable.
¡Mira que eras intensa, muchacha! Ya fuera en aquel salón de un consejo que pretendió administrar tu nobleza o en un teatro lleno de delegados, o en una comunidad de esas por las que tanto hiciste, en la casa de un anciano solo, un niño enfermo, una familia necesitada, sin importar el quórum, las miradas desconfiadas o las preguntas mordaces, siempre encontrabas la manera de convencer al auditorio, de sumarlo a tu propósito, de defender a los “tuyos”.
Dicen que naciste por allá por Guantánamo, que el “trabajo social” te trajo hasta aquí y que la protección a los “vulnerables”, más que objetivo, tarea o indicación de un directivo, se convirtió en eso que llaman “ley de vida”… ¡y qué suerte, qué suerte muchacha que fue en este pedacito de Cuba donde decidiste regalarnos esa despampanante sonrisa que ni los más difíciles momentos pudieron arrancarte, ese carisma inigualable que te convertía en torbellino arrasador de emociones por donde fuera que pasaras, esa sensibilidad extrema que te convirtió en “imprescindible” para tantos!
Debo confesarte aquí, bajito que esa naturalidad tuya me puso en más de un aprieto, ¿oíste? ¡Tal era la pasión que te distinguía que aquello que pensabas, lo decías, con todas las letras, sus puntos y hasta alguna que otra “palabrota”! Por eso, cada vez que me sacaste los colores por la frase tremenda que se te escapaba ante el micrófono que tenías delante, más que lamento, me obligaba a admirarte más, a respetarte más, a disfrutar lo que para otro quizás hubiera sido un desliz!… ¡Así de espontánea fuiste siempre… ¡y los que me conocen saben cuánto disfruto y respeto la sinceridad! Eso eras tú, amiga mía y así quiero recordarte siempre.
Este miércoles fue un día funesto. Quiso la mala fortuna que un trágico accidente te arrancara la vida… esa vida bonita, alegre, llena de tantas cosas buenas para dar. Eras muy joven para morir… ¿o es que habías hecho tanto que cumpliste tu misión aquí? ¡Apenas 39 años y fue tanto el amor que regalaste, tanta la esperanza que brindaste… fuiste tan inmensamente compasiva, Yinet Rivera Caraballo, diste tanto, diste todo… hasta tu último aliento!
Pero… ¿sabes qué, muchacha? ¡Ni te creas que esta vez nos vas a convencer! ¡Ni te imagines que ganaste! ¡Qué ni por un segundo te pase por la mente que existe ataúd, ramo de flores o lágrima que nos pueda persuadir con eso de que no te escucharemos más, que no vamos a verte más con ese andar tuyo todo desfachatado de puerta en puerta, de camino en camino, de calle en calle, haciendo lo que mejor sabías: derrochar alegría! Nos bastará con descubrirte en los ojos de tus hijos, en la sonrisa de los niños, en la gratitud de cada anciano! Aunque eso signifique que en cada uno de ellos ratifiquemos cuánta falta nos vas a hacer, lo mucho que vamos a necesitar tu luz… aunque con cada minuto transcurrido confirmemos cuán vulnerables nos dejaste.
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