sábado, febrero 22El Sonido de la Comunidad
Shadow

Destellos de admiración

La admiración hacia esta maestra ejemplar es un sentimiento que siempre ha estado en el corazón de quienes tuvieron la dicha de ser sus alumnos

admiración
Haydeé Rodríguez Losada siempre fue de esas maestras que los alumnos admiraban como si fuera sus propias madres.

Por: Hugo Crespo Crespo

Hacía tiempo estaba buscando una de tus fotos, de las tantas que quise tener, pero te fuiste antes de esta vorágine del lente que lo capta todo. No obstante, logré esa añorada imagen de parte de una prima que la conservaba en su teléfono, esa que te muestra tal y como eras, oradora, comunicadora, pedagoga, maestra de maestros y hasta mi enfermera y consejera.

Si hoy poseo una buena caligrafía y ortografía, es gracias a ti. Si en mi existe la afición por la Historia, la Literatura y la Ciencia, en eso tienes tu parte. Si lo que llevo de pedagogo frente a los auditorios ha tenido impacto ha sido por tu influencia.  El gusto por la música de buena factura es algo que me enseñaste, entre otras cuestiones que te convirtieron en una madre social, esas que guían por senderos correctos a sus hijos.

Sin tener rasgos sanguíneos, parecía que un ADN nos ataba a un mismo camino. A pesar que inspirabas mucho respeto, nunca recibí de ti, acto que afectara mi opinión y cariño a tan admirada persona.

La vida nos unió en varios momentos y ella te llevó más cerca de mí, a través de otros miembros de tu prole que a su vez nos unía en lazos familiares. De allí vino tu hijo biológico, para quedar aún más sellada nuestra empatía.

Aquellas horas a tu lado eran insuficientes. La pizarra del aula era como un filme, de esos que llegan al cinéfilo para no olvidar. Tus rasgos caligráficos, tus esquemas, dibujos y explicación profunda, hacía de la clase, una obra de arte.

En tus conversaciones se hablaba de cualquier tema con fluidez y precisión, desde la antigua Grecia, Egipto y otras culturas, hasta lo más encumbrado de historia de la humanidad.

Con mi madre biológica dejaste grabada una profunda amistad que hasta hoy perdura, esas que semejan los vínculos de un Quijote con su Escudero.

Llegar hasta ti y ser recibido con sonrisa y placer, era normal, como también lo eran tus dos hermanos Machito y Lino, gentiles y personas de bien, tu madrecita Mamá Pura, esa gallega de estirpe fuerte y bondadosa, patrona de un hogar que parecía la casa del pueblo, a las que todos llegaban como referencia obligada.

Hoy a varios años de tu ausencia física, no me conformo con ella. Me parece verte entrar al aula de la otrora escuela Noel Fernández de Potrerillo y sin pronunciar verbo alguno todos ponían atención o tenerte a mi lado en mi graduación de licenciatura, como si aquel momento hubiera sido premio para ti. Pero sí que lo era, porque a ti, Haydeé Rodríguez Losada, debo parte de mi vida personal y profesional de hoy. Gracias y donde quieras que estés, mi eterno agradecimiento por tenderme tu mano y contribuir a formarme como un mejor ser humano.

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