sábado, noviembre 23El Sonido de la Comunidad
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Fidel y Eusebio: una relación leal

Cuando Fidel Castro conoció a Eusebio Leal a través de Celia Sánchez, se estaba gestando un paso de gigante en el objetivo de devolver a la capital cubana su esencia histórica y sus grandes valores patrimoniales.

Cuba y en especial la Habana Vieja tuvieron la fortuna del encuentro del líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro, con el entonces joven historiador Eusebio Leal Spengler, en momentos muy complejos, cuando el Centro Histórico de la capital y sus centenarias edificaciones estaban en tan grave estado de deterioro que amenazaban con la pérdida de sus valores patrimoniales.

Admirador y discípulo de Emilio Roig de Leuchsenring, el eminente estudioso y promotor de las esencias patrias, quien se desempeñó como primer historiador de la Ciudad de La Habana entre 1935 y 1964, a quien conoció y con quien colaboró, Eusebio se perfilaba ya entonces como el sucesor lógico del autor de obras señeras de nuestra historiografía, como por ejemplo, Cuba no debe su independencia a los Estados Unidos e Historia de la Enmienda Platt, quien fuera miembro destacado del Grupo Minorista. 

Pero, ¿cómo se produce ese encuentro de Eusebio Leal con el Comandante en Jefe que tan fructíferos dividendos daría con el tiempo? Fue, como el propio Eusebio explicó, cuando comenzaba la restauración del Palacio de los Capitanes Generales, luego Museo de La Habana.

Ocurrió que, en una ocasión, Fidel fue al Centro Histórico habanero, específicamente al Palacio de los Capitanes Generales, acompañando al alcalde de la ciudad chilena de Iquique, y preguntó por Leal Spengler, pero no lo halló por encontrarse el historiador en la Unión Soviética formando parte de una delegación cubana.

Eusebio describe: “Fidel conocía de mí porque ya Celia le había hablado de mí, en una segunda vuelta en que él viene de visita al Centro Histórico, nos conocimos y a partir de ese momento comenzó una aventura muy grande de espíritu para mí. De más está decir que solamente por él entro yo en lo que un amigo llamaba el torrente, la marea de la Revolución”.

CIRCUNSTANCIA DECISIVA

Se había iniciado la labor de rescate patrimonial de la ciudad de La Giraldilla que topó desde el principio con mil y una dificultades, en gran parte por la falta de mecanismos y estructuras, métodos y procedimientos legalmente definidos que sirvieran como guía para la ingente obra que había por delante. Es entonces cuando se produce un suceso que habría de resultar providencial y que Eusebio describe así:

“En una ocasión me llevó consigo al sur de América y al regreso, sobre la ciudad colombiana de Cartagena de Indias, sobrevolándola, después de haber pasado allí momentos muy íntimos, me preguntó qué podíamos hacer por la Habana Vieja. Él personalmente pidió nuestras ideas; las llevamos, que eran fruto de la experiencia, y él, como abogado, comenzó a transformar todo aquello en el Decreto-Ley No. 143 de octubre de 1994 que cambió la historia y fue para mí el documento jurídico más avanzado en cuanto a la protección del patrimonio cultural que jamás se hizo.

“Él —Fidel— subordinó toda una maquinaria en el momento en que comenzaba el turismo, comenzaba todo ese movimiento, en el instante en que comenzaba también el período especial, puso todo eso que está contenido en el documento al servicio de la obra, y no escatimó para ella todo tipo de atenciones. Luego me consultaba periódicamente, sobre todo preocupado porque a la restauración se uniera, de manera equitativa, la obra social”.

EL FIDEL QUE EUSEBIO CONOCIÓ

Sorprende especialmente la particularidad de que Eusebio Leal no supiera o no pudiera hablar de Fidel en pretérito y que, describiendo aspectos de la vida, la obra y el modo de ser del líder histórico de la Revolución cubana —aun después de aquel triste 25 de noviembre del 2016, en que escaló a otra dimensión—, el excelso historiador utilice de continuo el presente.

Así, ese habanero universal mezcla constantemente esos tiempos verbales cuando da una visión muy personal del Comandante en Jefe. Él lo definió con estas palabras: “Fue un pensador, un hombre que estudia, una criatura totalmente ajena al mundo político que le tocó vivir, con algunas raras excepciones. Un hombre que se prepara, un hombre que nunca cree suficiente el conocimiento adquirido, que somete a crítica constantemente a tal punto que tú no puedes ir nunca ante él impreparado.

“Aprendí que él iniciaba las conversaciones y que no se podía improvisar delante de él nada en lo cual tú no tuvieses la certeza de que poseías el conocimiento. Él se preparaba, estudiaba y llegó a acumular un caudal tal que, como han escrito algunos biógrafos, específicamente Frei Betto, no se puede de ninguna manera hablar de él sin pensar en su sólida formación cristiana, en su sólida formación marxista, en su sólida formación revolucionaria universal. Fidel es, ante todo, un revolucionario.

“Es un hombre que rechaza todo dogma. Un hombre que interpreta continuamente la realidad, que cree sinceramente en las capacidades del hombre, en el internacionalismo, en la vocación redentora del pueblo revolucionario. Eso es lo que lo aproxima a los mejores valores y Martí fue su inspirador porque Martí fue el más agudo, el más intenso intérprete de la realidad de su tiempo, y desde luego, el más profundo conocedor de los cubanos y, por ende, su inspirador.

“El patrimonio no se vende —y era un criterio de Fidel— y la cultura es lo más importante, como planteó en un congreso de la Uneac, y es lo primero que tenemos que salvar, y la necesidad según el criterio de Marx de que solo yendo de lo general a lo particular, y viceversa, se puede alcanzar una visión completa del mundo. Él me llamó a su servicio durante un tiempo largo, estuve junto a él en momentos muy determinantes.

“Lo acompañé en aquel memorable 5 de agosto —de 1994—, estuve con él en muchos viajes al exterior, estuve con él en el conocimiento de Hugo Rafael Chávez, estuve con él en los días angustiosos del período especial (…). Lo vi sereno y tranquilo, lo vi como un ser humano de una gran austeridad personal, lo vi capaz de prescindir de todo, excepto de lo esencial, vital; lo vi también encolerizado, que era como una fuerza de la naturaleza. Y era profundamente generoso, y lo es.

DETALLES CURIOSOS

En los contactos frecuentes cuando Leal visitaba a Fidel en su despacho por las muchas vertientes de su labor, no pudo menos que observar sus rutinas, que no dejaban de estar marcadas por la singularidad del hombre que encabezó por más de cuatro décadas los destinos de Cuba. Se infiere el silencio de quienes permanecían o llegaban al lugar.

“Así, de pronto preguntaba un tema determinado o lo conversaba, lo hablábamos.

“Muchos creen que hay que oír a Fidel. Sí, se le oye mucho, pero él oye mucho, oye mucho, y en esa reflexión perenne él mueve solamente la mano, y un día uno de sus colaboradores entendió que era necesario restaurar las butacas, las sillas, y cuando llegó al lado de él, dijo: ‘No, esta no, ese cuero que está gastado, blanquecino, lo gasté trabajando’.

“Sobre todo, había algo que llamaba la atención, y es que en el lugar donde apoyaba la mano había un hueco en el portabrazos y era el dedo golpeando mientras escuchaba, y aquella resistencia de la majagua, que es dura, se abrió, y yo decía que era el símbolo de su paciencia para escuchar.

“Siempre muy pulcro. Una vez le llamó mucho la atención un pañuelo bordado que yo llevaba en solemnidades, y él, en un gesto muy suyo, se acarició un poco la barba, e hizo así: ‘A ver, déjame ver’, y tomó el pañuelo, que está bordado con una L. Y le digo: ‘Le doy mi lealtad a cambio de su fidelidad’. Y él, inmediatamente sacó su pañuelo y me lo dio. Y lo conservo”.

ESTADISTA Y TRIBUNO

Cuando Eusebio Leal habla de Fidel, como que se concentra buscando las imágenes más precisas, tratando de encontrar entre miles de detalles y anécdotas aquellos que ilustren mejor las ideas que quiere expresar. Al valorarlo como estadista, él señala: “Primero quiero decir que su fama y su nombre están unidos a cualquier persona en cualquier lugar del mundo que haya recibido la mano generosa de Cuba. Fidel vivirá porque sobrevivió a todos los peligros y triunfó, y si Cuba existe, es porque su nombre no se puede disociar del pueblo del cual surgió.

“Él puede hablar horas, sin embargo, es capaz de hacer un discurso espectacular como en Río —de Janeiro—, o, por ejemplo, recuerdo uno en Estocolmo, Suecia; en un discurso de una cuartilla es capaz de decirlo todo.

“Allí su formación oratoria, y su escuela, que está basada en los clásicos y en el pensamiento latinoamericano, y sobre todo en la palabra electrizante de Bolívar, y en la palabra maravillosa de Martí; allí están sus claves”.  

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