Por: Daisy Martin Ciriano
Cabaiguán, muy semejante a la Villa de Mazo en La Palma, es cuna del bordado canario. Fueron las palmeras quienes trajeron en sus baúles sus puntos y agujas, sus dedales y su constancia y exquisitez. Después este conocimiento lo trasmitió a otras cubanas y en especial a sus hijas y nietas.
Un ejemplo de estas descendientes lo es Herma Elia Ríos García, nieta de palmeros. Conoció desde pequeña los aciertos de cada puntada, aprendidas por exigencias de su abuela y su padre. Por entonces tenía que asistir a diario a las clases de bordado que le impartía Prisca Paz Ríos, prima de su padre, que era muy exigente. Cuando apenas tenía nueve años ya conocía gran cantidad de puntos. Al pasar el tiempo fue perfeccionando sus obras y el amor hacia el bordado creció en su corazón.
Muchas piezas ilustran la colección de Herma Elia: tapetes largos, ovalados con presilla en el borde o con tejido. Especialista en el matiz y en bordar bailarinas y parejitas canarias. De cada obra ella hace un una excelencia como si en lugar de bordar, pintara con un pincel, como dijera la poetisa cabaiguanense Rosa María García Garzón pinta bordando.
También en su amplio conocimiento están muchos puntos de tejidos y calados. En esta modalidad sus manos guardan la misma exquisitez que con la aguja. Conoce otros puntos como el miñardí y el frivolité que aunque no son de origen canario, siempre le ayudan a dar riqueza y terminación a sus labores de bordado.
Y no puede faltar en este texto, resaltar su gran vocación por enseñar los secretos de la aguja a las nuevas generaciones. Durante muchos años impartió clases en un Círculo de Interés de Bordado en el Museo, posterior en la Casa Canaria y otros centros. Hoy toda la infinidad de piezas que posee pudieran formar parte del patrimonio canario del territorio, al igual de quienes le precedieron. Llegue hasta Herma Elia, desde esta página, el reconocimiento de su pueblo por el gran aporte cultural realizado.