¿El pretexto? Más que sabido… aunque no por esperado, preparado y concebido hasta su más ínfimo detalle, dejó de sorprender a un colectivo, y a unos invitados que, aunque acostumbrados a la exquisitez de cada propuesta, no pudieron menos que emocionarse y dejar que resbalase alguna que otra lágrima.
Fue la Refinería de petróleo el escenario…. Aquellos, vestidos de overoles o de uniforme de oficina se confabularon con los más pequeños, esos que son los que más saben querer… ¡y es que no podía ser de otra manera porque se trataba, precisamente De Fidel!
La escuela, “Noel Sancho” les prestó el coro, las voces, la maestra, las almas… y ellos se encargaron de encantar a los presentes entre poesía, música y alguna que otra miradita “conspirativa” a mamá que estaba cerca y cantaba junto a la pequeña, para que no se le olvidara cada verso en los que Cuba fue más linda, más amada, más defendida… ¿y Fidel?… Fidel vibró más alto que nunca en la montaña.
Lo de este lunes 25 de noviembre en la industria cabaiguanense fue, más que recordar a un hombre que murió hace tres años, confirmar que esta Isla sigue latiendo con el corazón afuera, fue algo así como la evocación de la alegría ante la victoria, y del dolor convertido en acicate para seguir adelante.
Luego vino la inauguración de la exposición; fue entonces donde se terminaron de materializar la emoción y las gargantas se apretaron a tal punto que hasta al General se le hizo agua la voz, aunque, claro, la estirpe de soldado lo sacó del “momento” porque allí estaba, estábamos todos esperando la anécdota…
¡Y se hizo! Y aunque ya lo había escuchado un montón de veces, este lunes, en el aula de la Refinería sonó diferente, porque lo contó uno de los privilegiados que pudieron vivir aquel episodio en el que Camilo dejó claro que contra Fidel… ¡ni en la pelota!… y allí estaba la foto y él la acariciaba como si con sus dedos estuviera todavía saludando a su Comandante…
Y estuvo Moya, quien fuera Primer Secretario del Partido aquí cuando el líder de la Revolución estuvo en Tres Palmas, allá por 1974, mientras se construían los puentes que unirían a esta región con el norte espirituano y también habló sobre lo que todos sabemos y que nadie se cansa de escuchar, pero que además, lo oímos como si fuera la primera vez: que si era un hombre muy caballeroso, que si muy respetuoso, que si la gente nada más supo y lo esperaron y él los saludó y conversó y… fue él… como solo él sabía ser….
Yerran quienes piensan haber terminado una crónica fidelista. Solo el paso indetenible del tiempo, solo la ausencia y el dolor por extrañarlo, consumarán la verdadera crónica de Fidel. Y tendríamos que sobrevivir al desfile de siglos y más siglos para palpar la constante reedición de su historia.
Ahora el almanaque se empeña en recordarnos su partida. Pero no lloremos. Celebremos por haber sido sus contemporáneos. Que lloren aquellos que no lo conocerán, que lloren los que vendrán a esta tierra sin compartir el tiempo de Fidel.
Que lloren aquellos que mañana leerán o escucharán estas crónicas. Que lloren los padres del futuro cuando escuchen ese nombre de leyenda, y lo pondrán a sus hijos, y lo llevarán sus nietos, y serepetirá generación tras generación, y será más duradero que el mismísimo tiempo.
Nosotros, los de hoy, debemos disimular las lágrimas, aunque los párpados exploten, porque cada vez que un 25 de noviembre llegue tendremos tragarnos el dolor que nos desgarra por dentro, porqué él nos enseñó a ser fuertes, tendremos que apretar las gargantas y no dejar que se escape el sollozo.