La crianza porcina en Sancti Spíritus comienza el año en franca depresión productiva, derivada de la falta de comida que arrastra desde meses atrás, la caída de la contratación de la preceba y el impacto inicial de los altos precios de los alimentos, ya rectificados
Sin exageración y con apego a la objetividad, puede suscribirse que la producción porcina en Sancti Spíritus atraviesa el peor momento de los últimos años. No hace falta acudir a las cifras, basta mirar el desabastecimiento en la red de venta estatal para leer el verdadero informe de la realidad, porque esa carne de cerdo que se vende en tarimas particulares al precio aprobado recientemente, bastante caro, no es sinónimo de abundante producción.
Para no desconocer el contexto que acompaña a la criaza porcina en el territorio, cuyo destino principal tributa a la Industria Alimenticia, cabe decir que si hace tres o cuatro años la provincia llegó al umbral de las 18 000 toneladas de carne, en el 2020 apenas se acercó a las 10 700; si en aquellos momentos la entrega de alimentos a los productores del sector cooperativo y campesino —aportan más del 90 por ciento de la carne en la provincia— cubrió mejor la expectativa de la contratación, el pasado año ese suministro se deprimió de forma abrupta, al extremo de que en los últimos meses y enero prácticamente no ha existido distribución.
Es bien conocido el panorama que vive el país en materia económica y financiera, las adversidades sumadas al comercio exterior por la pandemia y el acoso a que es sometida la isla, todo lo cual impacta también en la rama porcina que desde hace años montó su esquema productivo sobre la base de que el Estado asume la actividad reproductiva y garantizara la ceba a través de convenios con los productores del sector cooperativo y campesino que incluyen en papeles la entrega de más de la mitad de la comida.
SE RETIRARON PRODUCTORES
Lo cierto es que la producción porcina está acorralada porque, de un lado el país busca con toda lógica sustituir o rebajar la costosa importación de piensos por alimentos de producción nacional, de hecho, hace rato la mayor parte de la ceba descansa en tal alternativa; por otra parte, no todos los productores que pactan contratos con la Empresa Porcina disponen de áreas o están en capacidad de sembrar y producir la comida del rebaño; tampoco es un proceso de hoy para mañana y, para sumar más tensión al escenario, los nuevos precios de las materias primas a inicios de año estuvieron a punto de dar jaque mate a los convenios.
Menguaron tanto las reglas del contrato en cuanto a la disponibilidad de alimentos que, según los directivos de la entidad, se retiraron de la contratación más de 150 productores —cerca de la mitad de los criadores— y los que quedan usan las capacidades muy por debajo de las posibilidades ante el déficit real de comida.
Rolando Pérez Sorí, director general de la Empresa Porcina Sancti Spíritus, compartió con Escambray pormenores de esta realidad: “Principalmente por la ausencia del alimento muchos productores se han retirado de la ceba y en el segundo semestre del 2020, que es la producción que descarga en estos primeros meses del año, la contratación de preceba, que es la fuente fundamental de la carne, disminuyó, tanto que tuvimos que vender a otras provincias más de 10 000 animales que no se compraron aquí”.
Entre la disminución del peso promedio por animal por la falta de comida y las precebas que se dejaron de contratar se estiman unas 1 300 toneladas de carne que se dejarán de producir en este semestre, acotaron directivos de la entidad.
¿COCHIQUERAS DE VACACIONES?
El adverso escenario en que inició la rama porcina el 2021 se caldeó más al compás de la Tarea Ordenamiento, porque la primera variante de precios para los alimentos y el pago a los productores fue tan desproporcional que transcurridas las tres primeras semanas de enero no se había suscrito ningún nuevo contrato de ceba por los criadores. Según datos informados por la entidad a la prensa, los costos de las materias primas crecieron como promedio, desde esa variante, un 6 por ciento, mientras el pago de la carne al productor quedó por debajo del 2 por ciento a la hora de medir su incremento.
Más que mirar en la Gaceta de la República los precios relacionados con la actividad porcina, Escambray buscó el intercambio con una base productiva autorizada para emitir criterios y que se le escuchen, porque se trata de la Cooperativa de Créditos y Servicios (CCS) Juan Darias, la mayor productora de carne del municipio de Yaguajay, con 975 toneladas entregadas en el 2020.
Los 12 productores de la CCS pegaron el grito en el cielo cuando sopesaron los costos que implicaba la crianza a los precios que inicialmente se aprobaron. A modo de ejemplo, bastaría decir que, hasta diciembre, una tonelada de maíz seco en grano valía 1 500 pesos; en enero la propuesta ascendió a 6 900 pesos, sin incluir el 15 por ciento de margen comercial por la transportación de esos alimentos desde Sancti Spíritus hasta Yaguajay—antes era del 5 por ciento—, otro mecanismo que levanta preocupación porque son los criadores quienes tienen que buscar y costear el traslado de la comida desde la cabecera municipal hasta su instalación.
Antonio Moya Monzón, convenista, técnico integral porcino en la Cooperativa y miembro del Comité Provincial del Partido, señaló que, hasta diciembre, el cerdo lo pagaban hasta 21 500 pesos la tonelada; en esa primera propuesta de precio subió a 40 358 pesos la tonelada, “o sea, no llega ni a duplicarse, mientras el costo del maíz crece 5.3 veces”.
Como actividad productiva, que incluye, además de la comida, otras partidas de gastos, la crianza de cerdo por los productores del sector cooperativo y campesino vivió hasta hace unos días una verdadera zozobra, cuando en realidad siempre ha sido un contrato atractivo y que deja buena utilidad; en la Juan Darias, las cuentas estaban sobre la mesa.
“Con esos precios el cerdo nos dará pérdida”, acotó Antonio Moya y apeló a la Matemática: “Por un cerdo de 80 kilogramos me pagarían 3 228 pesos; sin embargo, los gastos se montan en 3 878 pesos; deja una pérdida de 650 pesos; por eso ningún productor de la CCS ha abierto contrato este año. También se nos dijo que para el primer semestre se va a trabajar con unos precios inferiores, por ejemplo, la tonelada de maíz la venderán a 2 235 pesos; considero que los precios deben estar por ese entorno”, subrayó.
Enhorabuena, la preocupación de los productores de la CCS, que era la misma de las demás bases productivas y hasta de la propia Empresa, fue atendida, apareció la rectificación y todo indica que el cerdo sobrevivió al naufragio. “Ya nos informaron que los precios de la comida que se van a aplicar serán inferiores, o sea, los que se habían decidido para el primer semestre y que sí dejan un margen de utilidad al productor; de inmediato reanudaremos la contratación de precebas”, precisó Antonio Moya a Escambray, órgano que se mantuvo en sintonía con el proceso.
BAJO EL PRECIO, FALTA LA COMIDA
Superado el dilema inicial de los precios —aunque quedaban dos subproductos por definición—, la producción de carne de cerdo tiene delante la misma realidad del déficit de comida y una elevada deuda de entrega con los productores. Ahora se sumó el llamado que dejó el Presidente cubano Miguel Díaz-Canel en su reciente visita a Sancti Spíritus de potenciar el desarrollo porcino en empresas estatales y a no estar esperando por las importaciones.
Una aspiración razonable si se quiere que la partida de la carne recupere terreno en el área estatal; cabe apuntar que para el caso del territorio no resulta una fórmula imposible, pero tampoco es sencilla, ni en lo estructural porque llevaría fuertes inversiones, ni a la hora de producir los alimentos. Además, siempre habría que regresar al punto de partida y ver por qué la provincia puso hace más de una década la ceba de cerdos en manos del sector cooperativo y campesino, y se convirtió desde esa modalidad en la segunda mayor productora del país, resultado reconocido y elogiado repetidas veces.
Es de esperar que a corto y mediano plazo seguirá predominado esta modalidad productiva, de ahí la pertinencia de reacomodar su continuidad bajo la tesis de descansar la ceba en el alimento nacional, sobre la base de asegurarlo con siembras de cultivos, producciones de piensos criollos de calidad, aprovechamiento de todos los desperdicios de las cosechas y no son pocos los que traen a colación la torula, aquel útil alimento usado décadas atrás.
Tampoco deben obviarse los criterios de los cooperativistas, que durante años han sacado adelante la producción porcina en Sancti Spíritus, como ha sido el caso de Alberto Pis Ruiz, el mayor productor de la CCS Juan Darias: “Solo con yuca y boniato no se ceba un puerco, a lo mejor lo logras en ocho meses, pero eso no es eficiente para nadie; lleva más comida”.
Si un desafío pende hoy sobre Sancti Spíritus es el reclamo de avivar la producción de carne, en un contexto donde la demanda presiona desde la mesa familiar y acceder al cerdo aún con el incremento salarial clasifica entre las grandes insatisfacciones de los espirituanos.
Por eso, sin desoír el llamado de potenciar el desarrollo en empresas estatales, las alternativas más inmediatas deben ser rescatar productores, tratar de suplir la deuda de alimentos, atender más de cerca a los criadores, siempre teniendo a mano esa filosofía que se respira al pie de los corrales: no es lo mismo producir puercos que producir carne.