lunes, noviembre 25El Sonido de la Comunidad
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Abril, un pueblo y la COVID-19

Ha sido la celebración más parca que recuerda en tantas décadas. Faltan colores e invitados, una multitud dispersa por el mundo pero que hace las maletas para recibir el 7 de abril en su pueblo. No es momento para fiestas, Cabaiguán lo sabe.  Ni el más entusiasta de sus verracos piensa ahora en serpentinas o brindis. El silencio ensordece.

Cabaiguán se contiene para abrazar, para sonar un beso en la mejilla de quienes frenan los impulsos de sus labios, para juntar a los suyos en la calle Valle que por estos días luce más larga, solitaria y organizada.

Cabaiguán ya tiene 94 años y anda con cuidado porque esa edad tienta a la pandemia. A la COVID-19 nadie la convidó al jolgorio y mientras ella continúe al acecho, hambrienta de vidas, los festejos quedan en pausa.

La ciudad convence a sus hijos de que no hay mejor seguridad que permanecer en casa porque ha visto mucho desde aquella epidemia de tracoma, una enfermedad infecciosa bacteriana causante de la ceguera vencida a inicios de 1913 que le cerró los ojos a un número considerable de la población infantil de la época.

Añosa al fin, escuchemos a la homenajeada. Tiempo habrá para soplarle las velas e invocarla a través de las melodías. Hasta musa ha sido para compositores; paisajes suyos permanecen atrapados en cuadros para quien se ha hecho verso y prosa.

La tierra bendita que también fue clandestina y se pintó de rebelde en la Sierra Maestra sabe que el almanaque no perdona. Achaques le sobran y soporta las grietas del patrimonio arquitectónico,  resiste las petulancias de unos cuantos, se ahoga en los salideros del acueducto y le duelen los precios serruchadores de bolsillos pero cautelosa al fin vela por los casi 66 mil cabaiguanenses que querrán tenerla por siempre.

Postergar el onomástico ante la presencia  del enemigo silencioso resulta conveniente para este hato que pasó a taberna y cuando unas cuantas moradas poblaban la zona ya era un caserío. 

Cabaiguán fue ensanchándose y para 1879 declararon la cuna del patriota insigne, Rafael de Jesús Sorí Luna,  barrio rural de Sancti Spíritus. En la séptima jornada de abril de 1926 chocaron las copas tras circular la noticia. Donde la belleza fémina sonsaca más  que la calidad de las vegas de tabaco, apareció en el mapa como uno de los municipios de la República de Cuba.

Cabaiguán volverá a levantarse, recibirá a las yutong por la Carretera Central, se desanudará  el nasobuco, volverá a sentarse en el parque, pedirá el último en las colas “cariñosas” hoy vividas desde la distancia y saldrá a la feria dominical. ¡Felicidades! y un  brindis a la salud de todos los cabaiguanenses.

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