Allí, al cantío de un gallo. Esa expresión, muy conocida en nuestro país, tiene sus orígenes en las sitierías donde estas aves abundan y pasan la noche dando la hora o notando su presencia.
Por: Daisy Martín Ciriano (Museóloga)
Cierto es que en cada vivienda campesina se tienen aves de corral, entre ellas las gallinas con sus respectiva pareja, el gallo. Pero si de este garboso plumífero se habla, hay que decir que su canto recorre largas distancia y tal parece que está al lado de la propia cama. Y así transcurren las noches hasta que el durmiente se acostumbra y ni siquiera escucha el primer canto.
Sobre esta jornada nocturna, muchos aseguran que se pasa la noche cantando, pero no es así. Sus primeros cantíos comienzan alrededor de las 11 de la noche, y a esa misma hora inician las canturías sus paisanos. Luego de muchos llamados o desafíos, recados o alertas se callan y todo queda en silencio. Los campesinos acostumbrados a esta serenata, saben discernir cuando canta el gallo de determinado vecino, pero también distinguen los cantos entre los kíkeres, los gallos finos y los machorros.
La otra tanda del concierto de gallos comienza alrededor de las dos de la madrugada, hora en que se repiten los cantos desde un patio o un árbol, y la espera de la respuesta del otro. Transcurrida media hora, aproximadamente, todo queda en silencio. Pero la sesión más larga y de más fuerza para el despertar, es las cuatro de la madrugada. A esa hora muchos campesinos se levantan para emprender temprano sus labores y el canto del gallo es un acicate para adelantarse al que salga el sol.
Muy de cierto se escuchan los cantos de estos animalitos casi hasta el aclarar y después en penumbras se tiran del palo.
Después de este breve recorrido de la sitiería en horas de la madrugada, no cabe duda que las distancias en los campos, se miden por la intensidad del cantío del gallo. Si se escucha lejos la respuesta o el llamado, pues será aproximadamente 8 o 10 cordeles, sin embargo cuando el cantío se oye más cerca, la distancia se acorta. En fin que hay que estar muy diestro en eso del volumen de voz del cantante y de su compañero, para poder evaluar la distancia y estar presto para responder cuanto le digan: ‒Puede ir a pié, porque la casa queda ahí mismo, al cantío de un gallo. Bueno, eso pensando que no se lleve el gallo debajo del brazo.
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