El año 1956 se caracterizó por la creciente repulsa obrera a las intervenciones de los sindicatos, propugnadas por Eusebio Mujal y apoyado por el gobierno del dictador Fulgencio Batista y los órganos de represión del gobierno.
Por: Daisy Pilar Martín Ciriano. (Licenciada en Historia)
Acorde a los acontecimientos nacionales y provinciales el Sindicato de Torcedores de Cabaiguán, encabezados por David Concepción, Miguel Reyes y otros, resultó ser una fuerza radical en la lucha contra las intervenciones de los sindicatos. En un volante circulado a los trabajadores el 11 de noviembre de 1956, el Sindicato de Torcedores denunciaba los procedimientos que con anterioridad había desarrollado la C.T.C contra los sindicatos Azucareros y los Torcedores de Zaza del Medio, Caibarién, así como los Escogedores de La Esperanza, los que ahora resurgían decretándose la intervención.
A pesar de las denuncias y las acciones del movimiento obrero, el 14 de noviembre se llevó a cabo la ya anunciada decisión mujalista, ejecutada por una comisión interventora constituida por los ciudadanos Domiliano M. Vázquez Cárdenas, Antonio Torres y Reinaldo Santos como vocales. La oposición de los cabaiguanenses se manifestó en momentos de consumarse el acto de intervención cuando se presentaron más de 100 personas bajo la dirección de Miguel Reyes Castro dando gritos y exhortando a sus seguidores en repudio al ilegal acto.
En respuesta a este acto se efectuó una gran manifestación popular en la que participaron tabaqueros, escogedores, despalilladoras, obreros del comercio y de otros sectores laborales. El día 16 circuló por la ciudad un manifiesto firmado por los representantes de las distintas fábricas y talleres donde los tabaqueros patentizaron su más enérgica repulsa a la vandálica acción. En el mismo se desenmascaraban los verdaderos objetivos del hecho, a la vez que se daban orientaciones para enfrentar la situación y se expresaba que la toma y clausura del local social no detendría la lucha valiente y unida de los tabaqueros, sino que la arreciarían bajo la dirección de los dirigentes elegidos democráticamente, reafirmando que con local y sin local los tabaqueros continuarían en la vanguardia del movimiento tabacalero.
Dos años más tarde, tras la liberación del poblado, el pueblo cabaiguanense, eufórico junto a los torcedores, cortó las cadenas que aprisionaban la cerradura del local y el gremio fue definitivamente para los obreros.
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