Trabajadores por cuenta propia de Sancti Spíritus, liderados por Didier Acosta García, han fabricado un centenar de máscaras protectoras para donarlas a instituciones sanitarias de la provincia.
Cuando en las redes sociales, ingenieros y diseñadores gráficos del mundo hicieron una la voz para fabricar medios de protección destinados a médicos, enfermeros y técnicos que libran la batalla contra la COVID-19, el espirituano Didier Acosta García, trabajador por cuenta propia, decidió, junto a otros colegas cubanos, sumarse a la iniciativa.
Desde entonces, Didier detuvo el disparador de la cámara fotográfica y convirtió su estudio en una especie de taller, donde pasó alrededor de 20 horas frente a su impresora 3D para, finalmente, lograr una máscara facial de protección que puede ganar muchas vidas a la muerte.
“Un amigo, residente en España, me envió el diseño y me habló del movimiento internacional creado para ayudar a la producción de estos medios que se agotan rápidamente en los centros hospitalarios”, afirmó Acosta García.
Sabedora de cuánto podía beneficiar esta iniciativa a los servicios médicos del Hospital Provincial Camilo Cienfuegos, la esposa de Didier, Yudeisy Santos Espinosa, especialista en Terapia Intensiva y Emergencias, socializó la idea entre los colegas.
En pocas horas, la primera máscara de protección facial salida del ingenio creador de Didier pasaba por el rigor de las pruebas de bioseguridad por parte de las autoridades sanitarias competentes.
“Utilicé un filamento llamado ABS, empleado en la impresión en 3D, un material especial que solo me alcanzó para hacer 12 prototipos —expuso Didier—; quizás algunas empresas industriales lo tengan y puedan hacer ese medio de protección que tanto hace falta al personal de la Salud”.
Gracias a la existencia de un grupo en WhatsApp, integrado por varios trabajadores por cuenta propia de las provincias de Holguín, Ciego de Ávila, Camagüey y La Habana, otras opciones más económicas han abierto paso a la confección artesanal de dichas caretas, empeño al que se han unido los rotulistas y grabadores espirituanos Alain Torrecilla Quintero, Juan Emilio García y Maikel Martínez Veloz.
En una especie de producción en cadena, poniendo a un lado la economía personal y con el empleo de recursos propios —algunos costosos—, este cuarteto de espirituanos ha confeccionado un centenar de máscaras protectoras, una treintena de estas donadas, en específico, al Hospital Provincial General Camilo Cienfuegos, y el resto a la Dirección Provincial de Salud para su utilización en instituciones sanitarias del territorio, necesitadas de este medio.
“En momentos de crisis, la única forma de salvarnos como especie es unirnos y la donación al hospital de estas máscaras de protección facial es una muestra de la solidaridad que va en el ADN de los cubanos”, expresó el doctor Yoelsy Castillo Marrero, jefe del Servicio de Terapia Intermedia del Hospital Camilo Cienfuegos.
“La atención de los pacientes graves positivos a la COVID-19 — explicó el intensivista— implica hacerles procederes invasivos que exponen al personal de la Salud a secreciones, a posibles salpicaduras de sangre, que aumentan las posibilidades de contagio con el virus. Estas máscaras de protección nos aíslan más del paciente infectado”.
Las donadas por Didier y sus compañeros disponen en la parte frontal de una lámina impermeable sólida; no pasa el aire y, por tanto, no se disemina el virus. Al decir del doctor Castillo Marrero, son fáciles de esterilizar, cómodas porque no pesan, tienen una separación adecuada del rostro y permiten que el aire saliente de las vías respiratorias no humedezca la lámina impermeable y no se obstaculice la visión.
“No es un secreto para nadie que hoy ni en el mundo desarrollado hay la suficiente cantidad de medios de protección; imagínese Cuba, un país bloqueado, una pandemia desconocida, que en dos o tres meses llega y vuelve a imponernos ese eterno desafío de hacer mucho con poco”, comentó el jefe del Servicio de Terapia Intermedia.
“Es un servicio totalmente gratuito; el momento lo lleva”, indicó Didier Acosta, rodeado de pinzas, placas impermeables, y no está precisamente en un cuarto quirúrgico, está en su taller de fotografía, junto a sus amigos, ganando combates al nuevo coronavirus.
Lo hace —aseguró— por mil razones; la más poderosa: tener un hijo que padece una insuficiencia mitral, cuyo tratamiento en el Hospital William Soler, de La Habana, es extremadamente caro; sin embargo, dicho por el mismo Didier, cada tres meses recibe consulta y tratamiento médico y nunca se le ha cobrado un centavo.
Quizás por ello, este padre da las gracias a menudo, convierte esa palabra casi en una plegaria y da razón al poeta: “la raíz de todo bien reposa en la tierra de la gratitud”.