Abril, un pueblo y la COVID-19
Ha sido la celebración más parca que recuerda
en tantas décadas. Faltan colores e invitados, una multitud dispersa por el
mundo pero que hace las maletas para recibir el 7 de abril en su pueblo. No es
momento para fiestas, Cabaiguán lo sabe.
Ni el más entusiasta de sus verracos piensa ahora en serpentinas o
brindis. El silencio ensordece.
Cabaiguán se contiene para abrazar, para sonar un beso en la mejilla de quienes frenan los impulsos de sus labios, para juntar a los suyos en la calle Valle que por estos días luce más larga, solitaria y organizada.
Cabaiguán ya tiene 94 años y anda con cuidado
porque esa edad tienta a la pandemia. A la COVID-19 nadie la convidó al
jolgorio y mientras ella continúe al acecho, hambrienta de vidas, los festejos
quedan en pausa.
La ciuda...