Debilidad en eslabones fiscalizadores, una infraestructura tecnológica perfectible, la apatía ciudadana y otras brechas atentan contra la bancarización en Cabaiguán
Por: Alexey Mompeller Lorenzo
A media máquina, acaso, pudiera catalogarse el impacto de la bancarización en Cabaiguán, marcada por los altibajos propios de un proceso que echó a andar hace más de un semestre, pero a partir de esta última fecha se intencionó disminuir la manipulación de efectivo y acrecentar las operaciones mediante las plataformas de pago electrónico.
Criterios en torno al tema se cruzan semanalmente entre autoridades del Partido, gubernamentales, directivos del sector bancario y el aparato empresarial. Del otro lado del salón, la ciudadanía percibe cómo en algunos establecimientos las arañas hacen lo suyo con el servicio de Caja Extra.
Con buena suerte los primeros en la cola pueden retirar efectivo en unidades de Correos, Etecsa y demás instancias donde permanece habilitada la prestación. El fondo con que disponen dichos centros para favorecer la asistencia resulta insuficiente, monto que algunos logran contabilizar de los ingresos obtenidos en el día.
Al menos la Empresa de Comercio y Gastronomía lleva ventaja en la experiencia y no en toda su red, porque con una canasta básica que llega a cuenta gotas, en varias bodegas, aunque quisieran, la Caja Extra es aún misión imposible.
Por generalidad distinguen a lo grande. Únicamente en el mes de marzo al promocionar los beneficios de los pagos en línea sumaron 225 mil pesos por ese concepto y por Caja Extra 4 millones de pesos.
La hemorragia de códigos QR en las ramas estatal y privada simula uno de esos tantos sobrecumplimientos que nos dejan sin aliento. Obligados los titulares de negocios particulares y entidades, desde el pasado 2 de febrero a utilizar ese canal de pago junto a los ya existentes, todavía hay quienes duermen a la sombra de los laureles.
Según estadísticas de la Dirección Integral de Supervisión (DIS), más de un centenar de multas impuestas en los consejos populares urbanos dan fe de la morosidad en el trámite. La DIS pone otra vez sobre la mesa de análisis un subregistro de las violaciones.
Advertidos permanecen por desacatar el acuerdo y de reincidir la normativa esclarece el cierre del proyecto de trabajo. Le quedarán horas entonces a los carretilleros y los puntos de venta de la Agricultura Urbana, estos últimos en terreno de nadie, porque ni se consideran figuras por cuenta propia y tampoco en la lista de mipymes.
Una vez el equipo de supervisores se presente talonario en mano en las zonas rurales tampoco tendrá mucho por hacer, sobretodo en Potrerillo. Para que la bancarización rinda frutos debe proveerse de infraestructura tecnológica. La cobertura en tal escenario, el perfecto para esconder un secreto, no acompaña ninguna operación por Transfermóvil o En Zona. Igual sucede en demás latitudes de difícil acceso.
En los contados establecimientos cabaiguanenses que comercializan en moneda nacional, los terminales de punto de venta, los conocidos POS, continúan en una esquina porque sin mercancías de interés, para qué utilizarlos. Puede que un cliente solicite el servicio; sin embargo, no será la primera ni la última vez que la persona en la caja sugiera pagar al cash, para ahorrarse la tinta del bolígrafo, papel y tiempo.
Las micro, pequeñas y medianas empresas, más que capacitadas en torno al tema, concientizan la responsabilidad que les asiste de depositar el efectivo en las cuentas bancarias fiscales en un término establecido de uno a cinco días. Transcurren más jornadas y a esas sedes financieras no llega ni un billete.
¿Tomará camino hacia el mercado cambiario informal? La indisciplina deja margen a las subdeclaraciones de ingresos. Basta repasar sus precios, en un día sobrepasan las cifras de miles con solo expender par de productos.
Debilidad en eslabones fiscalizadores pone en evidencia la bancarización por afincar en Cabaiguán. A estas alturas no pocas entidades estatales, ni incentivan el pago a los trabajadores mediante la domiciliación de las nóminas en cuentas bancarias asociadas a tarjetas magnéticas.
Las largas filas en los bancos y cajeros automáticos, equipos secos ante la demanda de efectivo, confirman que la falta de liquidez en los bancos, algo más que escasea como casi todo en tiempos, cuando ni el mejor malabarista puede ingeniárselas con una economía agonizante por la inflación, el impacto del bloqueo de los Estados Unidos contra Cuba y otras distorsiones camino a rectificarse.
La apatía de ciertos cabaiguanenses a optar por las pasarelas de pago electrónico también siembra dudas. Por fortuna hasta personas mayores con posibilidades de un teléfono celular, reacias al principio, comprendieron los beneficios y hoy puede que auxilien a los vecinos en esas funciones.
De bancarización, transversal a cualquier esfera de la sociedad, se continuará hablando hasta tanto las brechas permanezcan abiertas. Quedan por ajustarle varios tornillos a un proceso que se debate entre la prisa y la incertidumbre.
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