jueves, noviembre 21El Sonido de la Comunidad
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Baraguá en la memoria de Cuba

El 15 de marzo de 1878, Antonio Maceo y Grajales demostró en la Protesta de Baraguá la resistencia de una isla negada al colonialismo

Baraguá
La intransigencia del Titán de Bronce desconcertó al Capitán General Martínez Campos.

Por: Alexey Mompeller Lorenzo

El mulato más huracanado entre los mambises ardía de impotencia. Si el Pacto del Zanjón hubiese sido de carne y huesos, aunque rostro y voz colonialistas lo corporizaban, el machete a título de uno de los imprescindibles del Ejército Libertador habría probado su filo y saña en ese documento que desafiaba la honra de Cuba.                                                                         

Arsenio Martínez Campos, otro militar con grado de Capitán General, en representación de la metrópolis española y en compañía de sus secuaces, proponía reformas mientras en las espaldas de los negros asomaban las huellas de la esclavitud.

El 15 de marzo de 1878, Antonio Maceo y Grajales demostró, pese al desgaste de la Guerra de los Diez Años, que una firma no sepultaría el orgullo ni la independencia de los cubanos. El santiaguero habló por el destino de la isla, a la que defendería con el cuerpo saturado de heridas y el atuendo manigüero manchado por la sangre enemiga.

La fuerza en la mirada del Titán de Bronce doblegaba al más temido de los adversarios. Como el intransigente que fue, protestó en aquella entrevista mantenida a la sombra de los mangos de Baraguá.

A la mayor de las Antillas le sobraba decoro para aceptar una tregua. Renunciar a casi una década de contienda contra el gobierno español  sería acorralar el juramento hecho por Carlos Manuel de Céspedes el  10 de octubre en La Demajagua, aun cuando el conflicto agonizaba por las tensiones internas entre caudillos, el regionalismo,  las fuerzas mermadas y escasas municiones.    

La actitud de Maceo desconcertó a Martínez Campos, quien regresó convencido de que las hostilidades se reanudarían en días. A galope huyeron los peninsulares hasta reencontrarse con el patriotismo en una nueva estampida mambisa.

Al romperse el corojo, la  bandera cubana ondeó en manos de un jinete durante los enfrentamientos y los acordes de una corneta que ordenó el toque de a degüello, anunciaban con frenesí otra carga al machete.

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