Ramón Brito Rodríguez le cuenta a Escambray sus secretos como delegado cabaiguanense que se ha mantenido en esa responsabilidad desde la fundación del Poder Popular, en 1976, y quien, una vez más, ha sido nominado como candidato para las próximas elecciones
Por: José F González Curiel
Tomado de Escambray
A sus 72 años se le ve caminar con la soltura que le permiten los años vividos, atento a las preocupaciones de la gente de su barrio, mientras con una soltura mayor responde, aconseja, explica y convence.
Lo que más pesa en él es el tiempo de consagración al trabajo, de curar en sus vecinos los males que la vida les pone delante, más allá de la pura gestión administrativa por la que generalmente acuden a su encuentro.
Y es que la sola proeza de sumar ininterrumpidamente 46 años como delegado en las dos circunscripciones donde ha vivido presuponen una cualidad que salta a primera vista cuando hablas con sus electores: “Ese es nuestro eterno delegado; el fundador”, dicen.
Tal vez tanta consagración le viene de las vivencias en el seno de una familia campesina apegada a la disciplina, al trabajo y a llevar los problemas hasta el final, sin fatigas ni derrotas. Y es que este titán debe su formación al ambiente de campo existente en Las Damas y Tres Palmas, anteriormente pertenecientes al municipio de Guayos, al lado de siete hermanos.
“En aquel entonces los muchachos combinábamos el estudio con las tareas para sostener la familia. Por la mañana estudiaba y por las tardes ayudaba a mi padre en el campo”, explica Brito.
En su mente conserva muy frescos los recuerdos de una adolescencia donde el contexto y las nacientes convicciones le apegaron a la actividad política desde la Asociación de Jóvenes Rebeldes y luego desde el proceso fundacional de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC).
Electricista de oficio —aprendido en el Servicio Militar desde sus 17 años—, enrumbó caminos entre las responsabilidades del trabajo de la UJC y la capacitación como cuadro.
El proceso de creación del Poder Popular ocurre cuando vivía en El Silencio, Jíquima de Peláez, en el actual municipio de Cabaiguán, donde se mudó tras contraer matrimonio con Benedicta Quiroga, su compañera de toda la vida.
Eran años de transformaciones estructurales y funcionales muy radicales posteriormente, al instaurarse la División Político Administrativa de 1976, Ramón pasó al trabajo de la comisión creada para dirigir el proceso en su tierra natal.
Ya con la nueva estructura territorial, sus méritos fueron suficientes para que lo eligieran como miembro profesional del Buró Municipal del PCC, al frente del Departamento de Órganos Estatales y Judiciales.
Durante dos mandatos fue Brito delegado en El Silencio, incluso unos meses después de que se mudara para la cabecera municipal por la propia exigencia del trabajo, hasta que, en 1978, tras haber cursado la Escuela Provincial del PCC de Santa Clara, pasó a ser miembro del Comité Ejecutivo del Poder Popular y fue electo por sus vecinos como el delegado de la Circunscripción No. 11 de El Naranjal, en Cabaiguán.
“Desde 1976 hasta la fecha no he dejado ni un solo minuto de ser delegado. Cuando me mudé fue como un traslado inmediato. No son muchos los que pueden contar 46 años al hilo en esta responsabilidad”, dice con profunda humildad.
Al hablar del tema aflora la razón en cada palabra, en cada juicio, independientemente de que haya pasado como cualquier ser humano por épocas tan diferentes y de tantas contradicciones. Por ello algún día pudiera asomar el instinto de dejar de ser lo que es, de cambiar, de buscar nuevos aires tenidos como más cómodos o mejor remunerados; sin embargo, Brito responde como movido por un resorte:
“Yo he pasado por todas las aguas; he vivido momentos buenos y malos en el contexto, pero si he llegado hasta aquí, mi conciencia me dice que no será por voluntad propia ni por arrepentimiento que deje de ser delegado. Aquí estaré hasta que el pueblo que me ha elegido lo determine”.
Presidente de la Asamblea Municipal del Poder Popular desde 1987 hasta 1994, ha sido merecedor de muchos reconocimientos y condecoraciones de los que prefiere no hablar.
Por los resultados de toda la vida, recibió la Réplica del Machete de Serafín Sánchez; fue declarado Hijo Ilustre de Cabaiguán por la Asamblea Municipal del Poder Popular; ostenta la medalla Hazaña Laboral y guarda con especial cuidado el diploma por el XX Aniversario del Poder Popular, con la firma original de puño y letra del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz.
Brito confía en el pueblo como única manera para cambiar las situaciones que golpean en el barrio. Lo demuestra con cientos de anécdotas en las cuales la cooperación entre las empresas y la población hicieron proezas que de antemano parecían locuras: “Eran otros tiempos, pero en los años 80 logramos hacer un sistema de alcantarillado para resolver los problemas de vertimientos de fosas mal concebidas y lo hicimos con el esfuerzo de los electores, que completaron lo que acueducto no pudo darnos y pusimos la mano de obra”.
Llegado el tema de su actual nominación baja la cabeza, mira al suelo, piensa en su edad. Un segundo después levanta la frente y lanza consejos en lugar de quejas.
“Los jóvenes nominados y electos tendrán que tener todo el apoyo de los dirigentes administrativos; sin comprometimientos. Al pueblo hay que decirle la verdad por dura que sea, sin prometer imposibles. Todo lo que se haga, hasta donde se pueda, es para el beneficio de todos, con independencia de creencias, gustos e ideologías”.
Cargado de recuerdos, experiencias y amor por su pedacito de suelo, Brito, el delegado, recorre día a día las calles, hasta donde las fuerzas le alcanzan, menguadas ya por más de siete décadas de gastar su cuerpo y fundir el alma en el trabajo eterno de forjar el bien para todos.
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