Por: Lillipsy Bello Cancio
Colas y nasobucos definitivamente llegaron para quedarse… junto con el SARS COV- 2, hicieron acto de presencia en esta isla bella… y en Cabaiguán por supuesto, para no marcharse… parece que nunca más…. ¡lástima que en uno y otro caso no siempre se cumplan los requerimientos necesarios para evitar males mayores!
Y lo que digo aquí se sustenta en argumentos que le golpean el rostro, el cuerpo y hasta la dignidad a cualquiera con el más elemental sentido común….
¿Qué las colas son para todo: en el banco, en la panadería, en la shopping, en la bodega, en la farmacia y hasta en la cerveza dispensada? ¿Qué las medidas adoptadas, aunque válidas, no son suficientes para impedir las aglomeraciones? ¿Qué el nasobuco asfixia al punto de quitarle el aire a cualquiera que transite una calle bajo este intenso sol a cualquier hora del día?… es cierto, pero….
¿Cuándo vamos a aprender a respetar el que está delante en una fila?, ¿para cuándo vamos a dejar el aprender a dar el último?, ¿por qué tenemos que esperar por una autoridad, para que nos obligue a separarnos y evitar los tumultos?, ¿qué será mejor: resistir un poco el calor o experimentar los síntomas de una enfermedad que mata, junto a la zozobra de creer haber infectado a los nuestros: más viejos, más enfermos, más vulnerables?
Innumerables son las historias que hemos escuchado en estos últimos meses: allende los mares, más allá de los océanos y del lado de acá del mundo… de los más recónditos lugares de Cuba y de las provincias más cercanas, del vecino, de la hermana de la amiga, del hijo que contagió a la madre, que estuvo al borde de la muerte…. Todas desgarradoras y lamentables, tristes y previsibles, donde un denominador común se ha empeñado en demostrarnos que hemos sido, casi siempre negligentes.
Y ya sé que muchos pensarán que hasta ahora nadie se ha infectado en ninguna cola, pero ¿quién le asegura a usted que ese que va detrás suyo, con el que entabló una conversación, a pocos centímetros de distancia durante horas, no es contacto de un caso positivo?, ¿quién le garantiza que esa persona que acaba de bajarse del coche, que puso la mano donde mismo usted la colocó, no porta la enfermedad, a pesar de que no evidencie ningún síntoma?, ¿ha pensado acaso que ese amigo al que hace tiempo no ve y se lo acaba de encontrar, que viene de La Habana, y lo abraza y le permite se quite la mascarilla, puede ser portador de un virus que ha matado más de un millón de personas en el mundo?
A no pocas personas les he escuchado que lo de la COVID es algo así como el cuento de la “buena pipa”, que no se va a acabar, que hay que aprender a convivir con ella y que hasta que no aparezca una vacuna la historia no tendrá fin… y puede ser, puede ser que tengamos que obligarnos a no olvidar que está ahí, aquí, en cualquier lado, a lo mejor tenemos que comenzar a adoptar nuevas disposiciones que nos abran más al mundo y que contribuyan a la recuperación de nuestra economía, pero…. Sí, otra vez el “pero”…
Lo que no podemos olvidar es que solo de nuestra responsabilidad dependerá el no infectarnos, del aprender a valorar en su justa medida los peligros que entraña dependerá el cuidado a nuestra familia, del correcto uso del nasobuco dependerá también nuestro propio bienestar, de mantener las distancias en las colas dependerá nuestra tranquilidad… y si usted escuchó bien, a lo mejor se habrá hastiado de escuchar tanto las palabras “dependerá”, “nuestro”, “familia”, “salud”, “responsabilidad”… y créame que no es consecuencia de escasez de vocabulario o falta de análisis… es intención, de la más atrevida, a ver si nos cuidamos, a ver si no nos enfermamos, a ver si Cabaiguán no deviene otra vez epicentro de una enfermedad que ya ha dejado suficientes secuelas aquí.