La pandemia obliga a festejar en casa este Primero de Mayo en el que por tantas razones los trabajadores de la salud que laboran, tanto en Cuba como en el extranjero constituyen el centro del festejo
Por: Alexey Mompeller Lorenzo
La arrancada de la marcha era blanca y después de perderse la vista entre batas pulcrísimas, cofias soberbias y jeringuillas sobredimensionadas en papel, la concentración se pintaba multicolor.
El privilegio de encabezar los desfiles por el Primero de Mayo es rutina para el personal de la salud. Durante décadas Cuba ha repetido la iniciativa desde que la Revolución junta en sus plazas a obreros, profesionales, campesinos, estudiantes, un pueblo de apellido proletario.
La COVID-19 contuvo nuevamente la celebración por el Día Internacional de los Trabajadores y el país pensó en quienes se mudaron a las zonas rojas para agradecerles su permanencia por más de un año en el ojo de la pandemia.
Dos mayos atrás, en la jornada que desbordaba la avenida Sergio Soto, coincidían médicos, enfermeros, técnicos y personal de servicio de un sector que le debe horas al descanso. Todos miran de frente la crisis sanitaria y el período de aislamiento lo asumen como vacaciones hasta retornar a los centros para la atención de pacientes sospechosos y contactos de casos positivos a la enfermedad.
Son los protagonistas de aquellos aplausos que tronaban la hora nueve de la noche, los mismos con que cuenta el país para no dejarse arrebatar más vidas por el nuevo coronavirus. Un compromiso mil veces jurado por los cabaiguanenses que se afilian al Sindicato de la Salud, partícipes de la conmemoración virtual de una fecha que reverencia además al equipo de científicos de la isla desvelado no solo por salvar a los de aquí; sus ojeras estampan las preocupaciones por la comunidad foránea.
Los nuestros que tienen un lugar en la Brigada Internacional Henry Reeve y asisten en los hospitales de campaña dispersos por el mundo, rememoran su paso con la familia por una arteria que en este día del calendario, y previo a la amenaza del SARS-coV-2, reunía a la fuerza laboral de la localidad antes de que los balcones, la casa y las plataformas digitales devinieran escenario del agasajo.
Pero la arrancada de la marcha otra vez este Primero de Mayo será blanca y después de perderse la vista entre batas pulcrísimas, cofias soberbias y jeringuillas sobredimensionadas en papel, la concentración volverá a pintarse multicolor cuando la COVID-19 solo asome en el recuerdo.