Por: Daisy Martín Ciriano (Museóloga)
Resulta difícil creer que Arturo Alonso Díaz, el gran compositor cabaiguanense, reconociera que cuando inició sus primeros pasos en la música lo hizo como trovador. Y que nunca llegó a pensar, que llegaría a componer, según sus propias afirmaciones, más de mil trescientos números musicales de diferentes géneros.
Con apenas 20 años ya se codeaba con figuras notables en la provincia villareña como Eliseo Cruz, Hermes Pérez Quintana, Dagoberto Cazañas, Evelio el Pitirre y El Pamperito. Era un buscador ferviente del conocimiento musical. Según sus testimonios todas las semanas compraba e intercambiaba métodos de aprendizaje para elevar su conocimiento musical.
Solo después, cuando en busca de trabajo se alejó de su querido Cabaiguán y de su familia, surgieron sus primeras composiciones. Su relación con las hermanas Martí y otras figuras en La Habana, favorecieron grandemente su conocimiento musical.
Así surgió la primera composición, La novia de siempre o Noviecita del alma, como inicialmente la tituló. Después su obra cumbre que lo lanzó a los escenarios de grabación, Un canto a Cabaiguán, la cual surgió también ante la nostalgia por su pueblo y de su gente. A partir de entonces comenzó su superación cultural y matriculó clases de solfeo en horario posterior a su trabajo.
Realizó presentaciones en CMHB, La Voz del Yayabo donde lanzó por primera vez su Canto a Cabaiguán. Barbarito Diez conoció de la composición y accedió a presentarla con su orquesta, convirtiéndola en todo un éxito. Así irrumpió Arturo Alonso en las disqueras de la EGREM.
Durante los diferentes viajes a La Habana para registrar sus composiciones en la Sociedad de Autores conoció a figuras como Bebo Valdés. Alberto Luberta, Rafael Lay y Richard Egües, quienes le brindaron apoyo y orientación para sus grabaciones con la EGREM y su contacto con solistas y orquestas de fama nacional. Hoy a 99 años de su natalicio, desde esta página se rinde tributo a su memoria.