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Celia presumía la obra de Cuba

Celia, la primera mujer en subir a los firmes de la Sierra Maestra, acató cada orden de Fidel Castro. Allí fundó el pelotón femenino Mariana Grajales

Celia
Este 9 de mayo se cumplen 103 años del natalicio de la flor más autóctona de la Revolución.

Por: Alexey Mompeller Lorenzo

Pudo haberla imaginado hilando en casa y no se equivocó. Aguja en mano bordó sus sueños sin aires de burguesa. Cazaba los amaneceres en Media Luna y con el sol ya despierto se colaba en la arboleda para bañarse de rocío.

Como mismo Celia Esther de los Desamparados Sánchez Manduley reunió armas para el Movimiento 26 de Julio, gestó la Cuba que siempre prometió. Apenas escuchar su nombre era un resguardo para los desposeídos por quienes se desveló antes de empinarse en la Sierra Maestra.

Primero la ciudad fue su escondite para ayudar a forjar la Revolución. En Pilón y otras urbes orientales burló a la Guardia Rural en sus narices bajo los seudónimos de Aly y Norma, cuando el peligro la cercaba.

Previo al encuentro con las montañas subió al Pico Turquino en compañía de su padre. Quiso reunirse con el Apóstol, confesarse con él y mirar desde lo alto tanto verdor que años más tarde la resguardaría durante su etapa en la guerrilla.

El 9 de mayo de 1920, el llanto de Celia alumbró a Manzanillo y sin descuidar los amores de juventud coordinó acciones para apoyar el desembarco del yate Granma.

“Me fui arrastrando entre todas las espinas encajadas en las piernas, los brazos, la cabeza. Cuando llegué a Manzanillo iba con muchos dolores porque se me hicieron forúnculos en la cabeza (…)”, relató después aquella vivencia.

La red clandestina a su cargo, tarea que le asignara Frank País, le agenció la confianza de los campesinos de la zona. La primera mujer en subir a los firmes acató cada orden de Fidel Castro, fundó el pelotón femenino Mariana Grajales. Aunque el cabello se le enredaba en las ramas de los árboles se maquillaba con la rebeldía.

Puesta en marcha la Caravana de la Libertad su destino fue encauzar lo que había comenzado en las lomas. La alborada de enero le deparó nuevas responsabilidades. La Secretaria de la Presidencia y del Consejo de Ministros volvió a calzar disimulados tacones y su cabeza no paraba de generar ideas.

A la entonces diputada a la Asamblea Nacional del Poder Popular  le debemos la creación del parque Lenin, el Palacio de Convecciones de La Habana y otras obras sociales impulsadas por esta arquitecta de sentimientos. Vendría el cáncer e inició así el conteo regresivo de los días de Celia; con ese sí no valieron los escondidos. Muchos se preguntan cómo disimuló la enfermedad en medio de despachos y preocupaciones. De haberle alcanzado la vida, hoy sentada en un sillón, respondería que únicamente tuvo tiempo para pensar en su país.

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