La creatividad, innovación y el afán de ingenieros, técnicos y obreros de buscar soluciones duraderas a problemas puntuales del andamiaje industrial del central Melanio Hernández, en Taguasco, hacen que este ingenio fabrique azúcar
Cuando en cada jornada el central Melanio Hernández regala entre el ruido de sus máquinas, el vapor emanando de la industria y el olor dulzón de la fabricación del azúcar, muchas miradas apuntan al taller de maquinado o laminado, donde un colectivo hace de los problemas el motivo para la creatividad.
Bien lo vive en carne propia un hombre que responde al nombre de Abel Rodríguez Delgado, distinguido anirista, mecánico, y el padre de una inventiva que le devolvió la vida útil al torno 1M63, máquina herramienta que por su antigüedad, tiempo de explotación y carencia de fibras de cloche y deterioro de ese sistema dejó de funcionar.
Diseñamos las fibras, usamos la vaquelita como materia prima y modificamos el sistema de cloche y pusimos de alta nuevamente al torno, imprescindible para la fabricación y recuperación de piezas de repuesto, apunta Rodríguez Delgado.
La innovación obtuvo categoría Relevante en fórum nacionales y eventos provinciales, pero el mejor premio sigue siendo sentir el latir del equipo, cada día, aportando soluciones a los problemas.
En su autoría otras innovaciones regalaron la vida útil a otros dos tornos, en un trabajo de equipo, donde hombres como Lázaro Ortega Francisco, fresador y el mismo jefe del taller, Eduardo Espinosa Betancourt, entre otros, revelan que sin los aniristas fuera muy difícil solucionar los contratiempos de la maquinaria del central y de otras dependencias.
Una verdad que ya saborea de cerca el jovencito Brian Daniel Gómez, estudiante del segundo año de la especialidad de maquinaria azucarera del politécnico Jorge Ruiz Ramirez, quien ya saborea el incentivo de crear para solucionar, una realidad cotidiana en sus prácticas en el Taller.
Frank Ortíz profesor del politécnico de dos grupos de las carreras maquinaria azucarera y fabricación de azúcar explicó que tanto el ingenio como el taller funcionan como un aula anexa, donde se consolidan y ponen en práctica los conocimientos teóricos adquiridos en el aula y la preparación de estos estudiantes responde a las necesidades del central, con lo que se garantiza la continuidad de estos innovadores, que transmiten la creatividad a las nuevas generaciones.
Tomado de Escambray
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