Por Jose Luis Camellón (Tomado de Escambray)
Mucho ha caminado el almanaque desde que en 1965 se instalara en los alrededores de Cabaiguán un centro que ha sido paradigma del desarrollo genético porcino, actividad donde la Revolución puso énfasis a sabiendas de que no era posible desplegar la crianza a gran escala sin acudir a la ciencia y la tecnología para buscar el mejoramiento óptimo de la masa porcina. “Dedicado a la actividad de la genética porcina, es el único de la provincia y el que más reproductoras entrega a nivel de país a lo largo del todo el año; el objetivo esencial del centro es producir la hembra, en tanto el macho que se queda en el centro es para autorremplazo de los reproductores o como se dice, relevar los verracos que ya cumplieron su ciclo productivo”, destacó Alberto Toboso Pis, director de la instalación.
El trabajo sostenido desde entonces ha convertido al centro genético en la columna vertebral del desarrollo porcino en Sancti Spíritus, toda vez que garantiza a los productores estatales y privados el pie de cría que permite la multiplicación y ceba de la masa, a partir de recibir animales de gran ganancia media diaria de peso por kilogramo de alimento consumido.
LA CAPA BLANCA
Dachel González Díaz, médico veterinario y especialista de producción, apuntó que trabajan con la raza genética Yorkshire, la llamada capa blanca, por ser la más aceptada y la que mejor se ha adaptado a Cuba. “Es la raza materna por excelencia, los porcinos no usan el macho Yorkshire para cruzarlo con esa hembra, lo que utilizan son las cualidades y bondades de esa reproductora”.
La hembra Yorkshire tiene una alta prolificidad; o sea, una camada grande en el parto, aseguró el especialista y añadió: “Tiene alta producción de leche, buen instinto materno, aunque individualmente algunas llegan a 15 o 16 individuos, aquí tenemos un promedio de nacimientos por parto de 10.1”.
Mantener durante décadas la pureza de esa raza es de por sí un mérito laboral y tecnológico; sin embargo, le esencia de tal resultado descansa por mucho en el exquisito trabajo de reproducción, donde nada queda a la espontaneidad.
“La reproducción es un trabajo muy fino, una cadena que empieza desde el mismo momento en que se selecciona la futura madre y el semental, hasta lograr el momento óptimo para cubrirla, todo ello siguiendo un programa que da los índices de selección por el comportamiento reproductivo y se consideran también los caracteres genotípicos y fenotípicos”, detalló Dachel González.
Tal acierto reproductivo y de selección materna está sustentado, además, en otro programa computarizado que evalúa individualmente los indicadores del peso, medición de la grasa dorsal, edad, conversión de alimentos, para lo cual se parte de que cada animal es identificado al nacer por un número y un tatuaje, código que lo acompaña durante toda su vida.
“El trabajo genético es tan meticuloso —subrayó Alberto Toboso— que a cada animal, además de ese número, se le lleva quién fue su padre, su madre, sus abuelos y bisabuelos, porque a la hora de seleccionar un grupo de cochinatas para reemplazo y algunos cochinatos también, a esos machos hay que revisarlos en el programa de la computadora y si existe algún vinculo de familiaridad entre ellos y esas hembras no se puede cubrir a ninguna con esos machos para evitar la consanguinidad”.
CIENCIA EN LA GENÉTICA
La aplicación de la ciencia guía el quehacer del centro genético de Cabaiguán, perteneciente a la división tecnológica del Grupo Empresarial Ganadero en el país, donde por décadas ha prevalecido una labor especializada y contribuye a que la rama porcina sea la que mejor ha mantenido la pureza racial entre todas las líneas de crianza animal en el país, según señaló Toboso Pis.
La alimentación de la masa está atada a la cobertura de piensos especiales para cada categoría, recursos garantizados aun en este período de limitaciones, lo que ha permitido los positivos índices en los acápites de embarazos, partos, nacimientos y mortalidad.
“Aquí todo tiene una especialización, un horario, es un trabajo de mucha dedicación, lleva conocimiento de la actividad, hay que estar muy atento al manejo de los animales, pero cuando tú haces una labor que te gusta y conoces su importancia, pues uno se esmera para atender los animales y que salgan buenos”, explicó Yunior Fuentes Cabrera, navero desde hace 11 años.
Para el veterinario Dachel González, el día a día en este centro de Cabaiguán es “como trabajar con niños chiquitos, lo que pasa que hay que seguir con los animales hasta llevarlos a grandes, manteniendo un control muy riguroso y al detalle con cada uno, si no, no hay genética”, concluyó.