La Voz de Cabaiguán es compañía e inmediatez frente a las indignaciones de la naturaleza y la humanidad. La cólera de un huracán, intensas precipitaciones o una pandemia la convierten en sanadora de ánimos, confidente y soberana de la verdad
Por: Alexey Mompeller Lorenzo
Bastó el primer sonido disperso en el éter. Hace dieciocho años las bocinas de la ciudad multiplicaban voces y acordes de un estreno. A la red de emisoras del país le nacía La Voz de Cabaiguán y con los micrófonos contados, más que ofrecer la hora, comenzaba a representar la vida de la comunidad en imágenes sonoras.
Aramis Fernández Valderas, a cuatro manos en aquel Estudio 5, la corresponsalía plantada en el corazón de la Avenida Sergio Soto, pausó la grabadora y las andanzas reporteriles para guiar a hombres y mujeres radio.
De profesiones floridas llegaron al estudio de transmisiones. Un pie en la cabina les permitió soñar despiertos, sensación muy diferente a la de permanecer en casa y mover el dial para imaginar lo sucedido en ese espacio sagrado.
Aquí se hace arte, uno de los principios que rigen la dinámica de la CMGI, encargada de agenciarse la noticia, entretener e instruir. Los públicos que dialogan con un medio de comunicación centenario en Cuba, sintonizan una frecuencia antecedida en el siglo pasado por la CMHP al aire a partir de 1947, silenciada en la década del 50 para cederle su lugar a Radio Tiempo y dar continuidad a Radio Cubanacán.
En ese intercambio con la audiencia durante casi cuatro lustros, la retroalimentación ha viajado desde el correo postal hasta Whatsapp y demás plataformas digitales. Las alianzas de este órgano de prensa con la tecnología lo hicieron posicionarse en el ciberespacio y los likes también cuentan si en otras latitudes escuchan o leen nuestra realidad.
¿Desafíos? Ser más proactivos y captar la atención de las nuevas generaciones a través de la creación de contenidos cercanos a la cotidianidad, una bofetada sin mano a la guerra mediática que únicamente se gana a pensamiento.
La radio cabaiguanense deviene compañía e inmediatez frente a las indignaciones de la naturaleza y la humanidad. La cólera de un huracán, intensas precipitaciones o una pandemia la convierten en sanadora de ánimos, confidente y soberana de la verdad.
El sonido hecho a imagen y semejanza de su pueblo obra el patrimonio musical. Testigo de controversias entre guitarras y laúdes, es nostalgia al promocionar las melodías campesinas y atestiguar el debut de los aficionados, a quienes sigue una vez consagrada su carrera en los escenarios.
Esta onda difusora de las esencias de un país respira al compás de los suyos, serena con sus propuestas en los momentos más difíciles, inspira a los radialistas, la familia que de domingo a domingo se entrega a los oyentes y comparte esperanzas.