La reproducción de las aves de corral, fundamentalmente la gallina, es una vieja tradición campesina que aún se practica en la actualidad.
Por Daisy Martín Ciriano
En cada casa de campo no faltaba nunca el buen patio de gallinas machorras y en algunas viviendas también la cría de gallos finos. También era muy común la cría de patos, guanajos, pavos, gansos y hasta guineos. Estos últimos muy ariscos, los que en muchas ocasiones se alejaban del patio y hasta se convertían en guineos jíbaros, que después de crecidos, había que capturarlos a tiro de escopeta.
De esta tradición, aún perviven las diferentes especies en los patios, pero lo que ya está muy perdido es la forma de descubrir la nida de estos animales, sobre todo el de la gallina. Para encontrar el lugar donde ella estaba poniendo sus huevos, había que seguirla y esto no era nada fácil. Nunca se ha llegado a saber de quién surgió la idea de seguir una gallina. Para esto había que tener mucha paciencia y sobre todo, si el animal no estaba apurada en poner el huevo.
La forma de seguirla era muy fácil. Se preparaba una tusa de maíz y en ella se enredaba una gran veta o hilo, dándole mucha vuelta, para que al amarrar la pata del animal, que hasta entonces estaba encerrada en un pollero, ésta saliera y su seguidor le diera cordel o pita para que ella caminara en busca del nido.
A partir de entonces comenzaba la trabajosa tarea de seguir la gallina. Ella muchas veces se percataba se la situación y aún con su pata amarrada, decidía darse un baño de tierra o se metía tras unos matojos, disimulaba echándose pajusas sobre las plumas, en fin aquella situación se hacía desesperada para el seguidor.
Y más aún si la labor la efectuaba a punto de mediodía. Pero cuando ya casi estaba extenuado, en ocasiones, el animal llegaba a su destino. ¡Y se encontraba la ansiada nida! En muchas ocasiones ya estaba a punto de que la gallina se quedara echada y en otras tenía varios huevos. A partir de ese momento ya el animal quedaba ubicado por sus dueños. Hoy todo ha cambiado, las gallinas ponen sus huevos donde los campesinos dispongan o en lugares cercanos a la vivienda. Atrás quedó la vieja tradición, que aunque parezca curioso dejó en la oralidad campesina aquello de que estoy tras de la pita, para insinuar que está siguiendo de cerca un problema o su solución.
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