La última semana de noviembre ha sido la de menores reportes de casos en la provincia. Autoridades sanitarias aseguran que estamos bajando la cuesta.
Después del jadeo fatigoso que ha implicado subir y subir la empinada cuesta de la COVID-19 —que ha llegado a ascender aquí a 468 casos, luego del 8 de septiembre—, desde hace días Sancti Spíritus ha empezado a respirar desahogadamente, si pudiese ser posible.
Sobre todo, se ha oxigenado en esta última semana del onceno mes del año cuando solo se han confirmado, entre el lunes y hasta este viernes, cinco personas positivas al nuevo coronavirus: una el miércoles —residente en la capital provincial— y cuatro importados hoy, dos de Trinidad e igual número de Yaguajay —uno de Meneses y otro de la cabecera municipal—.
Y tal confirmación del cierre de la jornada anterior viene a corroborar también lo que ahora se ha convertido en el talón de Aquiles de estos días en los que la pandemia va tendiendo al control en el territorio: la afluencia de viajeros foráneos.
Al referirse a tal asunto en su comparecencia habitual el doctor Manuel Rivero Abella, director provincial de Salud, señalaba: “En el día de ayer se recibieron 213 muestras procedentes de los laboratorios y resultaron cuatro casos positivos, todos importados. Hay algo llamativo: tres de ellos salieron en su segundo PCR, de allí la importancia de mantener la cuarentena hasta que se reciba el resultado del segundo PCR. Todos procedentes de Estados Unidos”.
Ese es uno de los tantos riesgos, no solo para la provincia. Aunque los casos importados no modifican la tasa de incidencia del territorio, sí pueden alterar la inflexión de una curva de contagios que ha ido cayendo y cayendo en la última quincena. Porque no a todos los viajeros se les diagnostica la enfermedad un día después de que ponen los pies en suelo cubano ni todos guardan con rigor el aislamiento domiciliario al que son remitidos. En las manos de la (i) responsabilidad seguimos estando.
Y tal atadura, no debiéramos olvidarlo, puede convertirse en una soga debilísima que como cuerda al fin se rompería por el lado más débil. Sobre todo ahora cuando, al decir del propio Rivera Abella, la provincia ha ido dejando atrás la llamada meseta y “estamos en fase de decrecimiento de los casos”.
Lo ilustra la más baja tasa de incidencia alcanzada luego de que a fines de septiembre se tensara muchísimo la reaparición del nuevo coronavirus aquí: 1.3 por cada 100 000 habitantes, solo superada por los municipios Sancti Spíritus con 3.5 por cada 100 000 habitantes y Jatibonico con 2.3 por cada 100 000, según informó el director provincial de Salud.
Son, sin dudas, las cifras más halagüeñas después de tantas jornadas de guarismos exponenciales. Como mismo reconforta saber que en los 19 centros de aislamiento existentes hoy solo hay ingresadas seis personas confirmadas, 58 sospechosas y 59 contactos.
Han pasado justamente 79 días desde que la COVID-19 volviera a mostrar su rostro más agrio en Sancti Spíritus. Si fuésemos a recapitular este rebrote habría que realzar indudablemente sus particularidades: en poco más de dos meses el acumulado de enfermos supera en más de seis veces los reportados entre marzo y agosto pasados —cuando la primera oleada de la enfermedad—, se han contagiado, como nunca antes, dos embarazadas y más de medio centenar de menores de 18 años de edad, se han abierto seis eventos de trasmisión local y los controles de foco, en algunos momentos, han superado la quincena, han fallecido cuatro personas y han existido más de 50 áreas en restricción en toda la provincia.
Y lo más sintomático de este lapso ha sido, tal vez, el contagio de jóvenes y de adultos mayores, la cantidad de personas que han padecido de modo asintomático el SARS-CoV-2 —276—, la volatilidad con la que se ha dispersado por todos los municipios, la cantidad de espirituanos que se han estudiado con PCR en tiempo real: 37 497.
Entre fines de septiembre y casi todo el mes de octubre Sancti Spíritus se convirtió en el epicentro de la pandemia en Cuba y, pese a que los datos de hoy apuntan al control de la enfermedad, el rebrote no ha pasado.
Vamos loma abajo, cierto es, pero para no acelerarnos otra vez deberemos seguir poniendo no pocos frenos.