Por Daisy Pilar Martín Ciriano
Muy atrás han quedado viejas tradiciones del campesinado, cubano en cuanto a la cría de determinados animales en su sitiería. En muchos casos estos ejemplares domésticos eran adquiridos por su rareza o por su utilidad.
En muchos hogares era común observar por cualquier lugar una cotorra en un arco, con su estribillo ¡pan para la cotorrita! También era muy común la tenencia de una o varias colmenas de abejas, incluyendo a veces las de la tierra. ¡Y que no era tan difícil sacar la miel de la colmena! Para el más hábil la recogida de los panales se realizaba azocando al enjambre con una humareda o inhalando el humo de un tabaco hasta alejarlas.
De igual manera la cría de aves de corral no faltaban en los patios y alrededores, entre ellos patos, gallos finos y kíkeres. Pero de estas crías hay una que sobresale por su plumaje.
Esta belleza es sin dudas el pavo real. En esta especie el macho es el más hermoso con su larga cola multicolor, el que atrae todas las miradas. Huidizo y elegante, suelta sus graznidos al viento como un llamado. En cambio la hembra más pequeña y de opacados colores no canta de esa manera y aunque pone varios huevos es muy difícil su sobrevivencia. Algunos campesinos afirman que cuando la pava se echa para sacar los huevos, se marcha lejos y solo regresa con los pavitos bien crecidos para evitar que el pavo padre los mate a picotazos. Lo cierto es que pocos animalitos pequeños logran sobrevivir y es por eso que su existencia se ha acortado y cada día es menos visible.
Hoy, en una finca cercana a Cabaiguán, aún se crían estas hermosas aves y aunque con dificultad, se logró tomar una foto al bello ejemplar.
Nada, que es una lástima que esta costumbre de tener estos animales en sus fincas se halla alejado del nuevo campesino.