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Crucelia, la novia de la poesía de Guayos

Este centenario de su natalicio reafirma cuanto la quiere su pueblo y cuanto hará porque perdure su obra en la memoria histórica del territorio, porque Crucelia vive en su propia obra

crucelia
Entre algunos títulos de su autoría se encuentran: “Habrá siempre mañana”, “Buscaré el olvido, “Solo admiración” y “Cuba mía”, entre otros.

Por: Daisy Pilar Martín Ciriano

Nunca podría olvidar Miguel Hernández y su esposa Pura, aquel 7 de noviembre de 1923, cuando nació Cruz Elia.

El canario Miguel era un hombre laborioso y sensato, mientras que su esposa, entregada por completo a las labores de la casa, poseía un sentimiento poético natural que la llevaba a componer versos. En ese ambiente transcurrieron los primeros años de Cruz Elia, como la llamaron al nacer.

Su formación cultural comenzó en la modesta escuelita de Santa Julia, en Taguasco. Allí la vida fue prodiga al destinarle como una de las maestras a María Luisa Revuelta Yero, en la asignatura de Economía Doméstica. Con ella aprendió a tejer, a hacer diferentes platos de postres, coser, así como realizar decoraciones propias del hogar. Participaba además en obras de teatro y actos en determinadas fechas históricas.

Cuando Cruz Elia alcanzó sus 15 años ya no era alumna de la escuela, sin embargo su maestra le dedicó unos hermosos versos en los que se apreciaba cuan grande era su cariño por la joven y cuanta admiración le inspiraba.

En ese mismo año 1939, Cruz Elia conoció a José Cruz Cabrera, un isleño emigrado desde Tenerife, quien prendado de sus cualidades le propuso matrimonio y tras dos años de noviazgo se casaron. Después de algún tiempo se trasladaron a vivir a Siguaney y posteriormente a Guayos, donde quedaron definitivamente instalados junto a sus dos hijos.

Tras el triunfo revolucionario la familia siempre estuvo presta para colaborar con las primeras tareas que pidió Fidel al pueblo. Cruz Elia tomó lápiz y cartilla en mano y se incorporó como maestra en la Campaña de Alfabetización, ocupando además la responsabilidad de Supervisora de cinco alfabetizadores entre los que se encontraban sus hijos Freddy y Orlando, junto a Carmen Azahares y Antonio Hernández. El isleño José, al igual que otros cubanos se incorporó a la lucha contra los bandidos en las zonas montañosas del Escambray.

Pronto las nuevas tareas de la Revolución producirían otros cambios. Cuando se produjo el reordenamiento de la población y se estableció un documento identitario que hizo emerger un nuevo nombre: Crucelia.

En 1964 se incorporó a trabajar en el Policlínico Norte, en Sancti Spíritus, desempeñando su trabajo en el Tarjetero Especial. Con eficiente dedicación cumplió con su labor, pero en 1966 solicitó su traslado para acercarse al hogar. Comenzó a prestar servicios en la farmacia 638, de Guayos.

El asentamiento en este poblado le permitió compartir sus inquietudes poéticas con otros aficionados a la literatura, entre ellos Fayad Jamis y Tomás Álvarez de los Ríos. Siempre gustó de escribir versos cuando se inspiraba en fechas históricas, e incluso dedicado a sus compañeros. Bajo el nombre del taller Rolando Escardó comenzaron a reunirse en su propio hogar varios aficionados a  la literatura entre los que se encontraban Julio Vera, Juan Bejerano, Nidia Concepción, Marlene González y otros.

Siempre acordaban el horario más oportuno para encontrarse y analizar sus trabajos. El Taller era visitado, con frecuencia, por los asesores Julio Crespo Francisco y Esbértido Rosendi quienes colaboraban constantemente para perfeccionar el trabajo de cada miembro. Después de varios años este grupo se desintegró, aunque su labor ya era reconocida por otros escritores del territorio y poco tiempo después la directiva del taller Rubén Martínez Villena de Cabaiguán, le invitó a unirse a sus actividades literarias.

Muy gratos momentos compartió Crucelia con figuras como Edel Morales, Arturo Alonso, Mirta Beltrán, Josefita Cruz, Gumersindo Pacheco, Eudosio Barrera, Desiderio Valdés y Rogelio Concepción, entre otros grandes de la literatura cabaiguanense. La experiencia adquirida en este taller, favoreció notablemente a la escritora para su participación en los encuentros literarios municipales, provinciales y nacionales donde obtuvo numerosos premios y menciones.

Sus mejores versos fueron recogidos en el libro Testigos de mis horas publicado por la Editorial Luminaria. En la obra la belleza y el amor recrean cada poema. También ha regalado otras publicaciones infantiles en la que está presente su sentimiento martiano como se refleja en el poema Tiempos, escrito en el centenario de La Edad de Oro, Con aro y paleta, escrito en el taller Luis Tosco y Como escribir poemas que aparece en su última publicación. Su última obra publicada Íntimo fulgor.

Para muchos resulta desconocido que esta poetisa también integró la Asociación de Compositores y Autores Musicales de Sancti Spíritus, en la década de 1980. Varias de sus composiciones se encuentran registradas, e interpretadas en festivales y Tribuna Abierta como es el caso de la canción Amanecer. Entre otros títulos de su autoría se encuentran “Habrá siempre mañana”, “Buscaré el olvido”, “Tú que sabes querer”, “Solo admiración”, “Te vi llorar” y “Cuba mía”. 

Resulta imposible reflejar en pocas cuartillas la huella que ha dejado, nuestra Crucelia en cada pedacito del pueblo. Su extremo desinterés y su amor al patrimonio local se refleja en los valiosos objetos de origen canario donados al Museo Municipal en los que se destacan un sudario, una garrafa, la cruz de mayo, fundas y otras piezas. 

Hoy, no se encuentra físicamente entre su pueblo. Su primer nombre desapareció, ahora muchos le llamaban Crucelia, Cruz, la novia de la poesía de Guayos, pero realmente, para todos es la amiga, la madre, la hermana tierna. Esta generación es privilegiada por haberla conocido. Corresponde ahora venerar su obra, difundir su quehacer y recontar cuán grande fue, en su pequeña estatura.

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