Hace 64 años la muerte nos arrebató al Señor de la Vanguardia en pleno vuelo. Solo el mar fue testigo de aquel día gris; mas en octubre coronó la tradición de arrojarle flores a Camilo
Por: Alexey Mompeller Lorenzo
Por los senderos de Yaguajay y toda Cuba germina la estirpe de Camilo Cienfuegos Gorriarán; aunque tocar a la puerta de cada vivienda de este norteño municipio espirituano incita a recapitular los días de gloria de diciembre de 1958.
Hace 64 años la muerte nos arrebató al héroe en pleno vuelo; solo el mar fue testigo de aquel día gris. No tuvimos su cuerpo para rendirle honores; mas en octubre coronó la tradición de arrojarle flores al Señor de la Vanguardia, dueño de una carcajada de pueblo.
El menor de tres hermanos inició el camino corto y violento de la juventud en la época republicana. Cárcel, palos y exilio sufrió este habanero que como otros empinó papalotes en la barriada capitalina de Lawton.
Si de ganar amigos se trataba, su relación entrañable con Ernesto Guevara de la Serna y demás compañeros demostraba que se echaba a cualquiera en el bolsillo. En las lomas conquistó la benevolencia de sus subordinados, pero castigaba las irresponsabilidades.
Los futuros oficiales alistados en las Escuelas de Enseñanza Militar que llevan el nombre del barbudo son la semilla del Comandante, alguien que transpiraba empatía.
La presencia del rebelde late en Santa Lucía y Potrerillo, comunidades que escoltaron a Camilo en uno de sus recorridos cerca del Escambray para entrevistarse con el Che y de paso por la zona abrazar al pueblo, prestar su nombre para el hijo de Rosa Gallardo Carmona y sonreír ante una cámara fotográfica que legó a la historia su paso por Cabaiguán.
Este sábado los jardines quedarán vacíos por un motivo justificado, Camilo, un eco repetido en las voces de quienes honran una leyenda tejida en la sonrisa de los cubanos.
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