Me quedo con el buen sabor que dejó esta selección. La que acaba de concretarse es la segunda mejor actuación de Cuba en Clásicos Mundiales y la medalla de plata del 2006 sigue siendo lo más relevante. Me quedo con los muchachos que lograron avivar corazones y levantar pasiones entre los cubanos de aquí y de allá
Estados Unidos aplastó a Cuba con marcador de 14-2 en la primera semifinal del V Clásico Mundial de Béisbol para conseguir el boleto directo a la final, mientras enviaba a su rival hasta el cuarto lugar.
No terminaron los cubanos con el mejor de los rostros luego de la expectativa levantada al avanzar a esa instancia, cuando no todos le dieron el favor de los pronósticos antes de empezar la competencia y, después de levantarse de entre las cenizas, aunque con otros rivales.
Y aunque Estados Unidos, el actual campeón, les superó en toda la línea, se esperaba un marcador menos holgado, sobre todo para una selección que llegó con el ego pegado a las nubes, tras avanzar hasta semifinales.
Pero todo el poderío de los norteños cayó sobre un pitcheo que hasta ese partido había lucido muy bien. Todo lo aprovechó la batería temible de los estadounidenses, despiadados con cuanto lanzador puso Cuba (7) y tan temprano como en el tercer acto, parecía que sobre el terreno había un solo elenco, ese que esperó completar las nueve entradas para sellar un triunfo cantado.
El poderío se tradujo en catorce hits, cuatro de ellos cuadrangulares. Y eso hizo la diferencia, además de la exquisita oportunidad en el bateo para anotar carreras en todas las entradas, excepto en la séptima. Quien se asoma al marcador final podrá ver que, en papeles, ambos equipos casi conectaron la misma cantidad de inatrapables: doce los cubanos, aunque ninguno con contundencia, ni tampoco con oportunidad.
No le hizo falta a Estados Unidos ningún lanzallamas para dominar. El veterano, de 41 años, Adam Wainwright, se alió a la maña de sus 17 temporadas en la MLB y contuvo las amenazas ofensivas, del primero al cuarto, sobre todo en el inning de apertura cuando Cuba llenó las bases sin outs, a base de roletazos mal fildeados por él mismo, pero solo pudo anotar una y de manera forzada.
Y ese desaprovechamiento marcó los rumbos de la ofensiva cubana. Podremos buscar que, si la diferencia horaria y el kilometraje desde Asia hizo mella, o si Armando Johnson se decantó por Andy Ibáñez, hasta ahora fuera de la alineación por lesión por delante de un Yadil Mujica que lució un mundo al bate y a la defensa, o si abrimos con este y no con aquel.
Las letras del partido enseñaron a un elenco de un nivel superior que, tras no mostrar todas sus uñas en la clasificatoria, se recompuso en esos juegos en los que hace falta ganar y ya está en su segunda final sucesiva a la espera del desenlace de este lunes entre México y Japón.
Cuba se fue por la puerta estrecha en un LoanDepot Park de Miami, que en términos generales le acogió bien, pese a lo sucedido en las gradas y sus derredores, que no es tampoco novedad pues tales lances de odio, provocaciones y ofensas, los han padecido otros elencos cubanos en esa propia ciudad.
El sueño de Cuba llegó hasta donde le dejó un evento que este domingo le reservó el rival de mayor categoría de los vistos hasta ahora en su paso por el Clásico.
Mas, tras esta despedida, me quedo con el buen sabor que dejó esta selección. La que acaba de concretarse es la segunda mejor actuación de Cuba en Clásicos Mundiales y la medalla de plata del 2006 sigue siendo lo más relevante.
Me quedo con los muchachos que lograron avivar corazones y levantar pasiones entre los cubanos de aquí y de allá, tan necesitados de alegrías beisboleras después de tantos descalabros en los últimos años.
Me quedo con los muchachos que devolvieron a Cuba a la élite de los Clásicos al estar entre los cuatro grandes, me quedo con el sabor de la esperanza despertada, no con el conformismo de asumirlos como campeones, porque eso puede desvirtuar las otras hazañas, las que se quedan en el corazón más allá de las medallas.
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