La fundación de El Patio de Tila como espacio donde se conservan todos esos recuerdos ha demostrado que cualquier familia puede crear sus propios lugares donde recreen sus fortalezas para solventar las debilidades.
Por: Osbel Ramón Díaz Mondeja
Nuestra familia es más que la suma de personas con iguales apellidos. Es la transculturación de enseñanzas, tradiciones y sentimientos.
Cada uno de los miembros que integran nuestra familia tiene sus propias ideas y temperamento; pero sobre todas las cosas hemos encontrado en la cultura nuestra identidad.
Hoy en nuestra familia continúan con vida las décimas de Federico y Nieves (bisabuelos canarios), se conservan también las de sus 9 hijos y sobrinos.
La tradición cultural dejó su huella en los libros infantiles de Iraida, las publicaciones literarias en décimas campesinas de Volpino, las inspiraciones de Omaida, Yoe y Gabriela y los poemas inolvidables de Idalmis.
Nunca se olvidan las antiguas enseñanzas de las teclas del piano de Luisita, los arpegios de la guitarra de Silvio Alejandro, las melosas descargas junto a la guitarra de Kenia, las improvisaciones de Michel Antonio y su requinto y el joven violín de María José.
Aún deleitan los reportes radiales de David Yoel, las actuaciones en telenovelas de Anderson y vídeos clip de Fabio.
La transculturación cultural de la familia revive hoy entre las antiguas coreografías de Elsita y el internacional ballet de Mariaclaudia.
La fundación de El Patio de Tila como espacio donde se conservan todos esos recuerdos ha demostrado que cualquier familia puede crear sus propios lugares donde recreen sus fortalezas para solventar las debilidades.
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