Los retos no le asustan y quita a puntapiés los tabúes de su camino. Quienes la conocen saben que no es fácil seguirle el paso, pues el día la sorprende ya con más de media faena cumplida. Ordeña vacas, castra cerdos, marca animales y hasta tira algún que otro lazo. A Daima Rosa Rojas Díaz se le resisten hoy pocas labores de la ganadería en la finca La Roja, situada a unos 12 kilómetros de Cabaiguán.
Por: LIanny Pérez González (Tomado de escambray.cu)
La pasión por la naturaleza y los animales le viene en la sangre, de sus bisabuelos don Joaquín y doña Belén. De aquellos días, en los que con apenas siete años de edad prefería, mientras se dirigía a la escuela, subir la Loma del Fortín a pie, con su yegüita de mano, para no ocasionarle peso al animal. Quizás por ello, esta licenciada en Biología desde el año 1996 dejó el aula para dedicarse por entero al campo.
“Amo mi carrera y enseñar, de hecho, desde mis posibilidades y conocimientos trato de transmitir todo lo que sé a las nuevas generaciones. Pero me encanta la vida aquí, disfrutar de mis padres que ya están adultos, madrugar, ver el amanecer, escuchar el despertar de las aves, sentir la neblina cuando te cae sobre la piel, creo que eso hasta te rejuvenece. Mi papá siempre ha tratado de tener a las mujercitas en la casa, pero como no tengo hermanos varones, me he ido colando y he tratado de aprender. Él poco a poco me fue abriendo paso”.
Tan así es que hoy, además de ayudar a su padre en La Roja, finca vinculada a la Cooperativa de Créditos y Servicios Francisco Rives, de La Pimienta, Daima dispone de tierras en usufructo y se encuentra asociada también a la Unidad Básica de Producción Cooperativa Cuatro Esquinas de Paura. Su producción es, básicamente, de leche, queso y carne.
“Producir proteínas es difícil porque es un proceso demorado, pero se logra con buenas condiciones, teniendo las tierras limpias y tratando de aplicar nuevas técnicas. No se puede tener animales por tenerlos, si dependen de los pastos hay que rotarlos y ver que no les falte. Criar animales machos juntos es un poco problemático, se te fajan y rompen las cercas, por eso hay que estar constantemente dando vueltas y ver lo que hay que hacer”.
Cuando habla de sus toros el orgullo le brota en los ojos, confiesa que los mima y hasta conversa con ellos, porque sostiene que a todo hay que ponerle cariño y dedicación. “Mi mayor satisfacción es cuando voy a la pesa y prácticamente todos salen de primera, porque, como decimos nosotros, tienen comida hasta abajo de las piedras, no les falta la sal y el agua limpia les corre el año entero. Mis animales están desparasitados y limpiecitos”.
¿En la ganadería a qué no se ha atrevido o qué no le han permitido hacer a Daima?
“Creo que me falta poco por aprender. Una de mis asignaturas pendientes es poner la aguja para sacar sangre y llevar al laboratorio antes de la venta de animales. Eso quisiera hacerlo, pero papi me cuida mucho. No creo que sea tan difícil, espero pronto tener la oportunidad”.
Más allá de la ganadería y la cría de animales de corral, esta cabaiguanense comparte sus días con otra gran pasión: la costura. “Sobre las siete y treinta u ocho de la mañana, después que termino en la vaquería y con los demás animales, me baño, me perfumo y me entrego a coser. Con la misma pasión que le doy de mamar a un ternero que acaba de nacer, hago un pantalón o arreglo una pieza de ropa. Coser es increíble, además de que te da cierta economía porque te entra un diario a la casa, cuando uno cose los problemas se diluyen y el día se te va corriendo”.
En los horizontes inmediatos de esta mujer ganadera se vislumbra otro nuevo proyecto: la permacultura. “En las zonas ganaderas es más difícil sembrar por el tema de los animales y la cercas, estamos aprendiendo a hacer nuestros propios cultivos porque eso es lo que está incentivando el país, que todos sembremos nuestro pedacito. Como los terrenos de la ganadería no son iguales que los de la agricultura, tenemos que hacer los suelos e irlos preparando, eso lleva tiempo y hay que socializar para aprender, hay que tomar experiencias y ser receptivos. El mundo va cambiando y el campesino no se puede quedar atrás.
“Los jóvenes no pueden temerle al campo, es cierto que es más pasión que dinero, muchas personas creen que llegar al campo es empezar a recoger el dinero debajo de los árboles y no es así, pero en el campo se es tan feliz como en la ciudad, eso se lo aseguro yo”.
Saber hacer con sus propias manos todo lo referente a la ganadería resulta primordial para Daima.
Aunque las 24 horas del día en ocasiones no le alcancen para cumplir sus propias metas y exigencias, Daima no se rinde ni agota porque se sabe protegida e impulsada por la mejor de las retaguardias: su familia. Son los consejos de su padre, las risas de su madre y la complicidad de su hijo lo que la hacen ser quien es: “una guajira a mucha honra y echadita pa’lante”, como se empeña en definirse.
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