Daimet Sanz Rodríguez es una de esas personas que tienen muy presente la mejor manera para demostrar la excelencia como ser humano
Por: Lillipsy Bello Cancio
Martí dijo alguna vez que la cualidad principal que debía definir a un periodista era la de ser un buen ser humano y esta que inspira las letras de esta mañana se pasa de la raya: es, indiscutiblemente de las que escribe con mano enguantada lo que sus labios, sin mancha, le dictan.
De las que le endilga un sentido de misión a su ejercicio profesional, capaz de no dormir con tal de cumplir el encargo del último minuto, una “todoterreno”, dispuesta a recorrer kilómetros y más kilómetros encima de su bicicleta entre el Paraíso y la Dirección de Trabajo, de ahí a Salud, Educación y cuanta fuente sea necesaria para “redondear” el trabajo indicado.
Apasionada de la verdad, aguza la mirada y despierta todos los sentidos para mirar al fenómeno desde lo primero que suele ser: una cabaiguanense empedernida con el oído pegado siempre a la tierra; una hija incondicional y devota de lo que aquellos, sus venerados padres, le enseñaron; una tía casi insuperable (y digo casi porque aquí ella y yo solemos disputarnos en cada intercambio la titularidad), una esposa amante y comprensiva, fiel y acompañante.
Convencida de que cuanto escribe es solamente lo que siente en su conciencia como verdadero, esta muchacha “de verbo incontinente e incontenible”, es de esas que quieres tener siempre en tu vida: amiga insobornable, empoderada mujer de estos tiempos en los que ella se ocupa todos los días, de echar por tierra esa teoría contemporánea, que suele valorar más el envase que el contenido, y una madre insuperable, de esas en las que encuentras un referente incuestionable, suficiente, verdadero.
Piensa la noticia (por intranscendente que pueda parecer) hasta que logra un abordaje correcto de la historia, simplifica lo complejo y convierte lo difícil en moneda que todos pueden utilizar… pero, por sobre todas las cosas, te convence su calidad profesional, cuando llegas a admirar su carácter desenfadado pero respetuoso, con un sistema de valores tan firme y tan bien estructurado que resulta inamovible, capaz de funcionar en conjunto con los otros de una manera tan sencilla, tan loca y tan “de verdad” que a veces te preguntas ¿ella es real?
Dicen que un buen periodista no puede perder su capacidad de asombrarse, de cuestionarse todos los días todo lo que ve y escucha, de descubrir lo nuevo y de conservar una sabia y humilde disposición para estar aprendiendo a todas horas, de todas las personas y en todas las circunstancias… aquí otra vez, ella se pinta sola.
Por eso, y por un montón de razones que no caben en el reducido espacio que me permiten unos pocos minutos de radio, hoy decidí que, al levantarme, debía saldar esta deuda con ella que es como decir conmigo mismo y con esta profesión que amo y que también nos une, nos conduce, ¡y hasta nos confronta! Solo que al final siempre nos vence el amor.
También porque pienso que Daimet Sanz Rodríguez, esa que usted escucha cada mañana, es una periodista, madre y mujer que como usted, como cualquier cubana, merece un altar porque, a pesar de sus ausencias, a pesar de los adioses prematuros a los que la ha obligado el destino, a pesar de la difícil cotidianidad en la que sobrevivimos todos, siempre sonríe, siempre está dispuesta a celebrar el cumpleaños de los otros, las fechas importantes de todos, los 14 de febrero y de marzo, la inauguración de la emisora, el Día del Locutor… no importa sin con rositas de maíz, rosquitas o chibiricos, si con globos o sin ellos, si con un juego de softball o con una piñata…. Lo único que a ella le importa es que estemos todos, que disfrutemos todos, que le celebren sus bocadillos y que entretengamos a Robe… a nosotros que ella conserve su bondad, su sonrisa…que esté siempre, aunque no nos deje, incluso, ni hablar…
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