Detrás queda Guayos, también cada guayense, me voy a Sancti Spíritus, no es tan lejos, pero quienes residen en el pedacito que antes olía a melaza y siempre los lomeros y cantarraneros se han entrado por los ojos en las parrandas tradicionales, estar fuera del terruño es algo que jamás se acostumbran aunque salga la ida por la vuelta.
Por: Aramis Fernández Valderas
Usted no me dejará mentir, los guayenses nunca se van porque los pies pueden estar en La Habana, en Santiago, en cualquier lugar del mundo, pero la cabeza se queda en el dichoso pueblito que parece tener la magia de controlar los corazones de sus hijos, tal como sucedió a Fayad Jamís, cuando hasta en una bicicleta hubiera venido desde París partiendo el mar para entrarle por el medio a los elevados.
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