Por: Alexey Mompeller Lorenzo
Cuando gran parte del país transitó hacia la nueva normalidad, dos provincias vecinas de la región central experimentan la zafra de la COVID-19. El rebrote de la pandemia se hace sentir en Sancti Spíritus y Ciego de Ávila, territorios posicionados en los primeros puestos de una enfermedad que aún dará titulares al continuar empinándose la curva de contagios.
Mientras casi toda Cuba se adapta a convivir con el nuevo coronavirus, desde el corazón de la isla la esperanza de rozar siquiera el tan anhelado momento pinta gris e incierto. Los especialistas lo han advertido, la virulencia del SARS-coV-2 aumentó en esta oleada como mismo la irresponsabilidad va cuesta arriba.
Algunos cabaiguanenses sueñan despiertos con la apertura total del territorio y paradójicamente sepultan con sus actitudes la vigilancia del sistema sanitario y el desvelo de autoridades e instituciones que le siguen el rastro al virus con corona.
Qué importa llevar nasobucos combinados con el vestuario, modelos falseados cuyos diseños apenas cubren la nariz y la boca, si la mascarilla parece tapar los ojos y no las zonas indicadas. Lo digo porque la añoranza por retomar la cotidianidad interrumpida en marzo último hace actuar a ciegas y caminar en retroceso al quebrantar las disposiciones implementadas.
El autocuidado y la responsabilidad devienen los mejores aliados en una etapa que contiene en sus postulados “garantizar la salud del pueblo y reactivar la vida económica y social del país sobre la base de la vigilancia, la prevención y el control sanitario”.
Si hay que remachar conceptos ahora que sean desde la acción y no de boca para afuera porque en el novel escenario por aterrizar en el municipio se trata de coexistir con la COVID-19 con un mínimo de riesgo.
Cabaiguán retornó a la fase de transmisión autóctona limitada y aunque no lo parezca porque la indicación de vender bebidas alcohólicas para llevar es letra muerta, incorpore desde ya el código y estilo de vida concebidos. El Plan de medidas actualizado por el gobierno cubano para el enfrentamiento a la pandemia ratifica que la clave del éxito es no confiarse.
Recuérdelo en las colas que han sido también protagonistas en un contexto epidemiológico complejo. Al respetar el distanciamiento físico nos recuperamos del impacto psicológico dejado también por el confinamiento. Razone con ese vecino o amigo que viene de lejos en días donde cerrar las puertas a las visitas no significa indecencia o alerte al chofer que por “tirar un viaje” ahora conduce en la ruta de los sospechosos.
Sigue siendo un desafío enmendar conductas capaces de darle una mínima oportunidad al peligro latente en cualquier lugar cuando tiene cerca a una persona asintomática. Las reglas de convivencia en la desescalada implican además contener esos deseos de recreación que han llevado a muchos hasta las zonas rojas.
Depende del encargo individual y social prosperar después de tantos meses de desgaste y restricciones a veces burladas. Mientras lleguen Soberana 01 u otra vacuna que logre generar inmunidad, queda en sus manos avanzar a la nueva normalidad en suspenso para los cabaiguanenses.