Hoy resulta difícil encontrar algunas estas piezas o instrumentos que formaron parte de la cotidianidad del trabajo en el campo. Solo los Museos o aquellas personas cuidadosas de su preservación conservan estas desgranadoras de maíz
Por: Daisy Pilar Martín Ciriano
Mucho ha evolucionado la construcción de implementos de trabajo agrícola en la vida del campesino. Hoy son más modernos y en uso diario ahorran tiempo y esfuerzo al hombre del campo, además que humanizan su labor.
El tractor, con todas sus variedades de arados, realiza el quehacer que muchos hombres tardarían semanas en ejecutar ayudados por la yunta de bueyes, las maquinarias abren en forma vertiginosa las cajetas y las cáscaras, mientras que ingeniosas cuchillas logran desprender los granos de maíz y de arroz de su envoltura. Atrás quedó la forma manual de separarlos para triturarlos luego entre piedras y maniguetas.
Las tradicionales formas de tostar y moler el café, también ha quedado atrás. El pilón y el molino, ya no se encuentran ni bajo la cobija, ni detrás de la puerta. Las ofertas de los mercados superan esta necesidad.
Como un objeto museable aparece esta desgranadora de maíz, que se mantiene en el mismo lugar que ocupó hace más de cincuenta años, mientras que el viejo molino de moler el aromático grano se mantiene firme al madero, casi fundido con él.
Hoy resulta difícil encontrar algunas estas piezas o instrumentos que formaron parte de la cotidianidad del trabajo en el campo. Solo los Museos o aquellas personas cuidadosas de su preservación, las han conservado. La vivienda de Armando Rodríguez Magdaleno, en Cayajaca y en la de Reily Fernández Ulloa, en Macaguabo guardan estas piezas, entre otras, que pertenecieron a sus antecesores. Hoy, forman parte de la cultura agraria que se desarrolló durante la primera mitad del siglo XX, y unas décadas más en nuestro territorio y en la región central de Cuba.
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